Contrataron a Benjamin Blue y a Colt Spence para demoler un antiguo local de encuentros entre hombres. En realidad llegaron allí sin saber qué iban a demoler a martillazos, pero en cuanto vieron los agujeros en las paredes de los baños no les hizo falta imaginar mucho para saber que por esos huecos se habían colado miles de rabos folladores de culos, preñadores, y soltando lefa sobre boquitas hambrientas.
A Colt se le puso bien durita la acercarse a uno de esos. Tenía su orientación sexual bastante clara, pero la fantasía de dar polla a desconocidos le ponía cachondón. Su compi de curro empezó a hacer tonterías, quitándose la camiseta y contoneándose semidesnudo como si todavía ese local funcionara y él se hubiera convertido en el alma de la fiesta, en el stripper sobre el escenario.
Colt le contempló. El cabronazo tenía buen cuerpo, delgadito, fibrado y apetitoso. La tenía ya tocha y antes de dar el último martillazo para hacer desaparecer el último glory hole, decidió darle buen uso. Se puso al otro lado de la pared, llamó a Ben para que se acercara, se bajó los pantalones y coló por el agujero su larga, gorda y enorme polla colgando toda morcillona.
Menudo trabuco. Benjamin se la cogió con la mano y le empezó a mamar el pito hasta dejárselo el doble de grande y todo durísimo. Vaya lo que escondía entre las piernas ese tiarrón, oculto entre los pantalones holgados. Todo enorme y grande, con unos buenos cojones igual de voluminosos, ahí colgando, cargados de pura leche. Ben se la zampó con ganas haciendo un poder, colándosela hasta la garganta, se levantó, se desnudo, se puso mirando contra la puerta del baño que era la única que quedaba en pie y dejó que Colt le penetrara por detrás a pelo, fostiándole con su pedazo huevera, brindando un último y merecido homenaje a ese local que había conocido tiempos mejores.