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Sir Peter vence a Pol Prince en la pista de esgrima dejándole desnudo, follándose su bonito culazo sin condón y dándole de comer lefa | MEN

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Desde el primer momento Sir Peter de había dado cuenta de que se estaba midiendo contra un rival de igual a igual. Ni siquiera las salas por separado en las que se habían vestido con la equipación y que les habían mantenido a salvo de miradas indiscretas mientras se colocaban las medias, los pantalones y el peto, habían impedido que, al mirarle a los ojos antes de colocarse la máscara y comenzar a competir el primer punto de esgrima, supiera que Pol Prince, ese chaval tan guapo, tenía una buena dote como la suya.

Por eso aprovechó a jugar a desproteger a su rival, pero no de su espada, sino de las costuras que mantenían a salvo la parte baja de su cuerpo. Una estocada certera y ahí lo tenía, desnudito de cintura para abajo, con un precioso rabo largo y gordo colgando entre sus piernas, meneándose grácilmente en el viento. A Sir Peter le gustaba luchar de igual a igual, siempre, por mucho que practicara un tipo de deporte poco ejemplar, así que se metió la mano por los pantalones y se sacó su enorme rabol morcillón y todos los huevos.

Le encantaba ese chaval y por lo visto el gusto era recíproco, porque al acercarse a Pol, este no rechazó un buen morreo y su polla se puso a brincar arriba y abajo respondiendo a sus impulsos masculinos más primarios, rozándose contra la gruesa verga de Sir Peter, que ya estaba jodidamente tiesa y dura apuntando hacia arriba. Ese yogurín empezó a volverle loco. Lo deseaba todo de él. Su carita, sus ojazos, ese enorme rabo que tenía rozándole los cojones. Le agarró de las nalgas ya sin los guantes puestos y lo impulsó hacia arriba. Pol se puso de puntillas para estar a su altura y se abrazó a él, dispuesto a entregarse por completo, vencido.

Agarró la gorda y gigantesca polla de Sir Peter con la mano que llevaba el guante. Al sentirla encima, Sir Peter echó la cabeza hacia atrás intentando reprimir un gemido de gusto. Ahora no tenía claro quién se estaba dejando vencer, si no es porque Pol se dirigió hacia un sofá redondo para el descanso que había cerca y se puso a cuatro patas.

Mientras Pol se dirigía hacia allí, Sir Peter le vio andar, fijándose en su precioso rabo que seguía colgando y se mecía. Guapo, dotado y al ponerse detrás de él se dio cuenta de que el chaval lo tenía todo, con ese culazo blanquito y redondo al que todos los hombres se les antojaba comer y penetrar. El gusto con el que metió la lengua y hundió los morros en su raja le sorprendieron a él mismo.

Le encantaban los gemiditos que soltaba cuando le metía la lengua más de la cuenta por el ojete, cómo se estremecía, el ritmo acompasado de sus pelotas que se levantaban y caían cada vez que el dedo índice de su mano las impulsaba debido a la paja que se estaba metiendo. No había juez porque aquello era una simple práctica, pero de haberlo habido, duda entre si les habría eliminado a los dos o si quizá se hubiera unido a ellos, porque lo que estaba ocurriendo en la pista era tremendamente excitante.

Sir Peter se inclinó sobre el cuerpo de Pol, abrazándole por la espalda, y le hizo ponerse en pie. Eso le brindó un momentazo visual que recordaría por siempre. Había complacido tanto a su contrincante por detrás, que este se levantó con el pito tieso y aquel rabo largo y precioso que antes campaneaba entre sus piernas se había convertido en un pollón enorme y lujurioso.

Se apretó mucho más a él por la espalda, le comió la oreja y le dio más cariño del que un hombre merecía, apretando bien su rabo contra su culo para que lo notase todo duro y caliente y pasando una mano por delante para coger la polla y masturbársela con su manaza grande y fuerte. Pol se dio la vuelta, le quitó el peto, lo tumbó en el sofá y le practicó una mamada a boca llena.

Aprovechó que la tenía todavía un poco blandita para metérsela por la boca. Joder, por un momento parecía gelatina y nunca había agarrado algo tan gordo con la mano, tan grueso que su dedo pulgar no conseguía tocar ningún otro por mucho que apretara al rodearlo con el puño. Se juró a sí mismo que si pudiera enamorarse de una polla, sin duda una de ellas sería la de Sir Peter.

Se dio cuenta de que empezaba a perder una parte humana para convertirse en un animal, un buen devora vergas. Escupió encima, se llenó la boca hasta que casi no pudo ni pronunciar palabra, la frotó contra los pelitos de su barba, la cobijó entre sus labios, se dio pollazos sobre la jeta a sí mismo y se la rebozó por toda su guapísima cara.

Con tanto meneo, a Sir Peter volvió a ponérsele tan sumamente dura como al principio y se preguntó qué podría hacer un chaval como Pol con algo tan grande entre sus manos. No tuvo que esperar mucho para saberlo. Al ver a su rival agarrarle la polla por la base, meterse parte del tronco por la boca, no supo ni como de lo gorda que la tenía, y forzar metiéndola por su garganta dejándole sin respiración, después su manita volviendo a pajearla y darse azotes en las mejillas, se volvió tan loco que sólo quería zumbárselo.

Como si le hubiera leído la mente, Sir Peter no tuvo ni que moverse. Pol se quitó todo el equipamiento que llevaba encima, apenas se quedó con las zapatillas y las medias blancas, se subió al sobá y empezó a hacer una sentadilla en el mismo momento que por inercia Sir Peter se agarraba el mango de la polla y la inclinaba empinada en vertical apuntando a ese culo que se la quería tragar entera.

Primero el cipote, luego un tercio de su polla, después la mitad. Saltito a saltito el rabo iba encajando a pelo entre esas preciosas nalgas y la imagen que Sir Peter tenía delante de sus ojos con Pol saltando sobre él ensartado en su voluminosa polla, era de una belleza inigualable. No sólo estaba incluso más guapo poniendo esa cara de malote mordiéndose el labio, empeñado en tragar cada vez más, era también su cuerpazo musculoso y atlético, su rabo largo libre de manos meciéndose de un lado a otro, hacia arriba y hacia abajo.

Muchos de los compañeros de equipo de Sir Peter, de su misma edad, pensaban que no había nada mejor que follarse a un benjamín en la pista, puesto que eso les hacía ser mejores en su deporte. Cuando ellos se referían a “follárselos“, hacían referencia a vencerlos, pero Sir Peter había elevado esa misma expresión a un nivel literal que a veces le sobrepasaba.

Por muchas ganas que le pusiera, parecía que el chaval no iba a pasar de tragarse medio pollón, lo cual era excitante, pues así podrían practicar más veces hasta lograr convertirle en un mejor tirador. Él se ofrecería a ser su maestro. De momento le tumbó en el sofá y le hizo el amor aprocvechándose de su cuerpo, penetrando su bonito y pomposo culo.

Juntos iban a formar un buen equipo. Lo supo porque Pol no eran de los que desistían. Intentó comerle la polla entera de nuevo. Su manita arropando su grandioso rabo, su boca intentando comer más de lo que podía, las babas impregnando todo el tronco. Se la estaba dejando jodidamente brillante y durísima. Ahora completamente desnudito, le puso a cuatro patas y volvió a darle por culo.

No se acostumbraba. Fue meterle el cipote y echó el culete hacia adelante. Sir Peter tuvo que agarrarle con las manos, presionar hacia abajo para que no se moviera y se lo folló por detrás, primero a un ritmo pausado que le permitiera volver a acostumbrarse al tamaño de su gigantesco miembro y luego dándolo todo, consiguiendo que el chaval por fin rebasara su meta y se sintiera orgulloso de sí mismo, frenético, al sentir que toda esa polla estaba dentro de él.

Le tumbó bocarriba, alzando la pierna izquierda de Pol por el hombro derecho y le siguió metiendo el rabo gordo, venoso y potente entre las nalgas, encantado por poder follarse a un chico tan rematadamente guapo, con tanta energía y tantas ganas por aprender. Un deportista de élite. Su cara, sus pectorales tan masculinos con algo de vello y esas tetillas en punta totalmente excitadas, los pelos del sobaco que se escondían debajo de un brazo que pasó por detrás de su cabeza para ponerse cómodo, la energía con la que usaba el otro para castigarse su larguísima polla.

No se detenía ante nada. Pol volvió a cabalgarle, esta vez de pie, intentando clavársela entera. Definitivamente esa polla tan gorda era demasiado. Ver a Pol de pie intentando sentarse encima era como verle intentando meterse un poste de madera por el culo, tan lujurioso como indecente y morboso. Fue así, clavado en ese poste, como Pol eligió correrse, soltando una salva de pringue en todas las direcciones, desperdigando su semen por toda la estancia con la misma energía y convencimiento con el que había afrontado la follada, como un hombre.

Con la polla corrida y colgando, todavía exscitando y metido de lleno en la jugada, Pol se levantó, dio varios pasos alrededor de Sir Peter rodeándolo hasta inclinarse y poner la cara justo encima de su pollón, abriendo la boca y sacando la lengua, dispuesto a llevarse consigo todas las enseñanzas de su maestro. A Sir Peter no le quedó otra. Empapó la lengua y los morros de ese chulazo con su esperma, su barbita, los pelos de su bigote.

Después el mando de su rabo pasó a las manos de Pol, que lo cogió, escupió encima la lefa que acababa de comerse y le volvió a dar un bonito repaso con la lengua y sus jugosos labios. Una vez había cerdeado lo suficiente con su polla, el chaval giró la cabeza y esa sonrisa casi le mató de gusto de lo bonita que era. Entonces se acercó y le metió un morreo, con lengua, pasándole su semen de boca a boca.

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