Apreció la rosa que le dejó sobre el torso nada más levantarse, pero lo que verdaderamente le gustaba a Manuel Reyes era ver a su chico surinamés con esos calzones blancos de algodón que le marcaban todo en ese cuerpo grande y negrazo que le ponía bien cachondo. Adoraba morrearse con Cherr Brown, perderse en esos labios grandes y carnosos, sentir cómo su lengua le lamía todos los morros y luego se introducía dentro de su boca para bajar hasta su cuello y ponerle la piel de gallina.
Le tumbó sobre la cama. Tenía un cuerpazo atlético y perfecto. Su pene ya destacaba formando un buen bulto bajo los calzones, abriéndose hueco hacia su cadera derecha. Manuel se los bajó y, a pesar de habérsela visto tantas veces, no dejaba de alucinarle ese pollón que tenía, larguísimo, grueso, encapuchado, recorrido por un montón de venas, los huevazos bien puestos colgando entre sus piernas, rozando ligeramente la raja de su culazo.
Se la cogió por la base, presionó un poco hacia abajo para retirar el pellejo que recubría a su amigo el capullo y se la empezó a mamar dejándosela durísima y tremendamente grande, veintidós centímetros de verga para darse el lote, para sentir el cipote paseando sobre su lengua, para degustar cada centímetro entre los labios. Al ver la cara guapa de Manuel comerle el miembro, Cherr echó la cabeza hacia atrás exhalando un gemido de gusto, sintiendo cómo un chorrete de lefa acudía de sus huevos a la superficie de su polla, sabiendo que tarde o temprano afloraría hacia afuera, si es que no se lo había hecho ya y se lo había chupado con la mamada.
Qué bien la chupaba y qué durísima se le estaba poniendo, algo normal teniendo en cuenta que ese chulazo tan guapo no dejaba de mirarle con sus ojazos claros. Al vérsela tan grandota, Cherr se cogió el trabuco y le metió una sonora paliza de pollazos en toda la jeta. Si su rabo podía crecer más, lo hizo, tanto a lo largo como a lo ancho y las dimensiones empezaban a ser descomunales, pero a Manuel se le daba de vicio manejarse con trancas de ese tamaño.
Cherr se puso de rodillas en la cama, agarró con una mano el cuello de Manuel y le folló la boquita intentando colarle todo el cacho de polla que puso, luego le dejó tumbado sobr ela cama, con la cabeza al borde cayendo hacia atrás y le metió un gag the fag. Volvió a apalearle con el rabo, a rebozarlo contra su incipiente barba y a follarle la jeta, poniendo una mano sobre su cuello, esta vez por delante, para sentir cómo su rabo se colaba por su garganta.
Además de guapo, nalgón. Cherr le puso a cuatro, tomó asiento sobre su espalda plantándole toda la polla y los huevos calentitos y se inclinó para trabajarse ese increíble culazo blanco y redondo que tenía, con una raja que estaba hecha para regalarle todo el amor. Cherr se lo dio todo. Frotó sus morros, su nariz, sus gruesos labios, su lengua, su barbita contra ella, le metió un dedo, pasó su rabo entre sus piernas y se lo chupó. Manuel acabó sentado en su cara, con el culo comido, hicieron un sesenta y nueve y le perfiló de nuevo toda la polla.
Se la dejó preparadita, se puso de nuevo a cuatro patas sobre la cama, con las piernas entreabiertas y dejó que le penetrara sin condón. Sentir toda esa verga gigante dentro de su esfínter le hizo gemir en alto de gusto sin poder reprimirse. Cherr había entrado hasta la cocina con todo, hasta estampar su par de huevazos enormes y pesados sobre la raja de su culo.
Ver ese pollón largo y enorme perforar su culito blanco era algo casi indecente. Fue a ritmo lento, abriendo hueco, expandiéndole el ojal. El grandioso rabo bien lubricadito se salía a menudo del agujero, pero tan fácil como salía, Cherr se lo agarraba con la manita y lo devolvía a las profundidades del deseo. Acopló el culazo entre sus muslos, se inclinó para posar su musculoso torso sobre la espalda de Manuel, arropándolo por detrás y le metió una follada.
Manuel comenzó a sentir que le fallaban las fuerzas. No podía competir contra la de esa verga desgarradora, así que acabó de bruces contra las sábanas, a merced de Cherr que la metía dentro del culo a su antojo y le hacía virguerías por detrás, como ponerse mirando a la contra, follarle al revés, aplastando los huevos contra la raja o haciendo el avioncito, descargando todo el peso de su cuerpo sobre el culo con la polla dentro.
Luego se montó sobre las piernas de ese macho. A pesar de tener el ojete bien abierto, para clavársela tuvo que cogerse las nalgas con las manos y empujarlas hacia afuera, porque la polla era enorme. Le pajeó el gigantesco pollón con el culo y se recreó con ese cuerpazo negro y musculoso sobre la cama, todo para él. Le sobó los pectorales, los abdominales, le agarró la carita amando esos labios con todo su ser, le cabalgó dándole la espalda y se abrió de piernas bocarriba para verle de frente y admirarle por completo mientras Cherr no dejaba de follarle exprimiendo la polla dentro de su culazo.
En esa postura, Manuel flexionó las rodillas y siguió palpando su cuerpazo con los pies. Cuando Cherr salió de su interior para chuparle los pinreles, a Manuel se le ocurrió una idea y por supuesto que la llevó a cabo. Cherr adivinó sus intenciones, le cogió los pies y los juntó en torno a su rabo para que le hiciera un pajote. La polla fue resbalando por el empeine hasta que se le quedó pegada al torso, con el pie de Manuel presionándola y dándole placer. Toda la longitud del pie abarcaba desde el cipote hasta los huevos. Los dos calzaban bien.
Por la mente de Manuel pasaron todo los momentos de esa follada como si fueran una película, no se puso contener y se corrió encima a la altura del ombligo. Había malacostumbrado a su chico, pero ya sabía lo que tocaba. Cherr se la volvió a meter y no paró de follarle hasta preñarle el culo. Tras unas duras y fuertes empotradas, Cherr frenó en seco, soltando un gemido, mirando fijamente a Manuel a los ojos, notando cómo su polla comenzaba a descargar toda la leche en el interior de ese agujero.
Al sacar el rabo, lo hizo lentamente. Junto a él salió un rio de leche que tomó el cauce de la raja del culo de Manuel hacia abajo, ensuciando las sábanas. Cherr se la volvió a meter empapando su descomunal rabo en lefa. Al sacarla de nuevo, la tenía completamente mojada en su semen. Se la estrujó hacia arriba recogiendo toda la leche entre su dedo índice y el pulgar y sacudió la mano para desperdigar la lefa por la cama. Se quedó relajadito, paeando su rabo corrido por la raja de ese cabroncete vicioso y guapo, mirando sus ojos, hipnotizado con su mirada.