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Santiago Rodriguez se corre dentro del culazo de Patrick Dei después de hacerse un flip-fuck sin condones | Fucker Mate

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Llevaba la goma de los calzones por debajo de los huevos, levantándole las pelotas y la picha que cada vez se la iba haciendo más y más grande, todavía con el pellejo recubriendo el cipote. Patrick Dei se moría de ganas por besar los labios de Santiago Rodriguez. El tio estaba tan cañón como él y se había dejado en el lateral derecho rapado de la cabeza una línea curva que continuaba rapándole parte de la ceja. No sabía por qué ese pequeño y casi insignificante detalle le ponía todavía más cachondo.

Cuando sintió los labios de Santi sobre su pene, a Patrick se le escapó un gemido de gusto. Eso de levantarse por la mañana y que te la chupen era lo mejor del mundo. Tenían las chorras parecidas. La de Patrick salió igual, con capuchón, pero bastaron un par de segundos para que le creciera, el pellejo se retirara en batida hacia atrás y saliera su magistral y gordo cipote.

Santi tenía una froma particular de chuparle la polla. Se la metía dentro de la boca y la amasaba una y otra vez dulcemente entre sus gruesos y bonitos labios, pero la mayor parte del tiempo ponía la cabeza de lado y hacía resbalar esos labios por un lado del tronco. La polla se fue abrillantando con sus babas y él ya tenía también los morritos mojados.

Patrick se arrodilló para recibir la de Santi, que todavía llevaba los calzones por las rodillas. Al hacer un movimiento para quitárselos y dejar que salieran por sus pies, el pollón morenito rebotó justo delante de la cara de Patrick. Santi se echó una mano a su culete, con la otra agarró la parte de atrás de la cabeza de Patrick y empezó a joderle la boquita.

Al no ser excesivamente gorda, en su justa medida, Patrick sabía cómo recibir esa pija. Abrió la boca, despejó la garganta, miró a Santi desde abajo y dejó que le penetrara la garganta. Con esa miradita, esos ojazos y esa cara tan guapa, a Santi se le puso enseguida bien dura, dificultando la tragada y provocando unas cuantas arcadas con el pollón dentro.

Acudieron algunas lágrimas a los ojos de Patrick, pero esa polla le molaba tanto que necesitaba tragársela hasta los huevos, ese era su reto. Lo intentó una y otra vez, rechupeteando la pija por los lados para que entrase mejor, pero al cabrón se le había puesto ya tan gorda y tan grande que se quedó a varios centímetros de su objetivo.

Se quedaron un rato de rodillas sobre la cama, besándose, dirigiendo sus miradas hacia la parte de abajo, donnde intercambiaron pajas, donde las pollas se rozaban duras y calientes. No era como el juego de ver quién aguanta más la mirada sin reirse pero casi. Al final Patrick dio su brazo a torcer y se puso a cuatro patas para que Santi le cogiera primero.

Santi no se la quiso meter enseguida. Al ver ese pandero tan bien esculpido, su instinto fue verlo de cerca, rozarlo con la punta de la nariz, rebozar su cara por encima, meterse en el calor de su raja, chuparle las bolas y el rabo que colgaban sobremanera. Le comió el ojete agarrándole a la vez la trompa entre las piernas, pegándose el gustazo de hacerle la triple comida.

La cara de Patrick no podía definir mejor lo que sentía en ese momento. Felicidad pura. Una sonrisa, mirada perdida. Se agachó un poquito más dejando el pecho sobre el colchón y elevó el culazo para que se lo pudiera comer todo mucho mejor. Si es que eso era posible, porque se lo estaba haciendo de vicio. Patrick se la devolvió.

Después de chuparse de nuevo las pollas, le puso en su lugar. Paseó las manos por el culazo de Santi. Era perfecto, grandioso, muy suave. Le cogió también la polla por la base y la parte de arriba, atrayendo los cojones y el rabo hacia él, meneándolos cargaditos de leche y mirando cómo rebotaban en la cuenca de su mano antes de lengüearle el agujerito.

La polla empezaba a destacar por ahí abajo, más grande que nunca. A Patrick no le pasó desapercibido. Se sentó en el suelo, puso la cabeza sobre el borde del colchón y le merendó la verga. Patrick aprovechó que Santi estaba de lo más receptivo para pillarle desprevenido y meterle la polla a pelo. Entró super apretadita. Casi no podía moverla. Tan apretada que vio cómo el pellejo se retraía y se arrugaba en la base al metérsela a fondo.

Empezó a dejarle un buen hueco, uno que palpitaba, se expandía y se cerraba cada vez que Patrick retiraba el rabo de su interior. Ese culito suave ahora tenía la piel de gallina, pero permanecía firme aguantando las embestidas y un rabo tan gordo y grande perforándole. Santi se sentó sobre las piernas de Patrick, dándole la espalda y empezó a cabalgarle.

Patrick no podía verlo, pero la enorme y larga polla de Santi pegaba unos rebotes hacia arriba y hacia abajo de aupa. De haberlo visto, seguro que le hubiera encantado follárselo así cara a cara, sintiendo toda esa potencia golpeándole el abdómen.

Cambiaron las tornas. Patrick besó las sábanas, elevó el culazo y Santi se lo folló a pelo, machacándolo sin contemplaciones, demostrando las ganas que le tenía a ese culo tan grandote, hecho a su medida. Patrick estaba encantado con que le empotraran así de fuerte, pero ese jodido cabronazo la tenía tan larga que por instinto más de una vez se fue hacia adelante y cerró las piernas intentando buscar un respiro. Uno que Santi no le dio, porque el tio estgaba enamorado de ese trasero, perforándolo limpiamente, metiendo y sacando casi por completo su polla una y otra vez.

Al final Patrick terminó acostumbrándose, aunque cuando Santi se empeñaba en meter una brutal embestida batiéndole los huevos entre los muslos, el dolor se hacía inevitable. Patrick se dio la vuelta para ver por primera vez cara a cara y en acción a ese macho penetrando su culo. Volvió a fijarse en ese chulo, en su cuerpazo, en su larga y gorda picha y en lo irresistiblemente guapo que era.

Santi no pidió permiso, pero al ver los espasmos Patrick tampoco le paró. Ese cabronazo le estaba inyectando toda la lefa dentro del culo. Después de correrse, Santi se agachó para ver su semen saliendo del agujero. Patrick relajó el esfínter y poco a poco la preñada fue supurando por el ojal, resbalando entre sus nalgas en una hilera blanca.

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