El tio era puro morbo y se la estaba poniendo bien tiesa ahí abajo. Ese pelazo desordenado, esa barba descuidada de pelazos negros que le bajaba por el cuello y que casi se juntaba con el denso vello de su fornido torso. Y cómo besaba el cabrón, con pasión y ganas. De reojo, Vadim Romanov miró su pendiententito de plata, rebotando en su oreja, su sonrisa de dientes blancos.
Ese venezolano le tenía completamente hechizado con sus encantos. Kike Gil le cogió del paquetón, le guiñó un ojo y, por primera vez en mucho tiempo, el ruso sintió que no tenía el control de lo que estaba a punto de suceder. Le cogió las nalgas como dos balones con ambas manos. Igual de peluditas que el resto del cuerpo, se las cacheó y las hizo rebotar, metiéndole la parte trasera de los calzones por la raja. A ver si comía rabo igual de bien que besaba.
A Vadim no le daba para calzones. Tenía que dormir sin ellos, a riesgo de levantarse cada mañana con un buen agujero en la huevera. Estos que llevaba ahora puestos estaba a punto de romperlos con la minga, que durísima y enorme, empujaba la tela hacia abajo y hacia adelante luchando por salir. El color carne de la polla ya se adivinaba bajo los poros azules de algodón.
Kike se la empezó a comer antes incluso de sacársela, dejando el poso de sus babas en los gayumbos. Tiró hacia abajo, descubriendo poco a poco esa grandiosa barra de carne, tan grande y dura que desplazaba ambos huevos hacia los lados, lamiéndola con la lengua, comiéndosela con los ojos. Salió rebotando, chocando contra sus fosas nasales. Kike sonrió, miró al dueño de esa gigantesca pija y la paseó sobre sus labios.
Aprovechó que le estaba adorando los huevos para fostiarle esa cara guapa a pollazos. Menuda lengua hábil, qué labios tan jugosos y qué bueno que estaba. Vadim notó cómo los huevos retrocedían y estaba seguro de que le había dejado un pequeño regalito por adelantado a ese guaperas dentro de la boca. Cuando se sentó en la cama y dejó que le dominara la polla a base de paja y mamada, sintió la imperiosa necesidad de correrse en su cara, pero aguantó porque todavía tenía un duro trabajo por delante con ese culazo que presentía sería uno de los mejores que iría a follar nunca.
Dura, venosa, enorme, a punto de reventar, su pollón quedaba de puta madre entre sus labios, rellenándole la boca de rabo, sobre su atractiva jeta. Lo atrajo hacia a él y empezó a deleitarse con el tacto de su rosáceo ojete frotándole duro con el dedo índice, intentando penetrarlo. Apretadito, suave, muy caliente. Tenía a ese mamón donde quería, rendido a los placeres de un buen mástil, tumbado sobre su pierna, notando el calor de sus huevos y su rabo en el muslo.
Tenía tanto que explorar de ese machote. Tumbó a Kike sobre la cama, buenorro, musculoso y bien peludo. La cabeza justo al borde de la cama. Le metió la polla por la boca y mientras lo hacía le ponía una mano en la garganta, notando cómo su nuez bajaba y subía dejando paso a su herramienta de placer. Después se hizo unas flexiones dirigiendo de nuevo la tranca hacia su cara y le folló la boca, dándole unas cachetadas para comprobar que se la estaba tragando entera y que no la escondía entre sus mofletes.
Le encantó ver que no se amedrentaba ante el tamaño de su rabo, que sacaba la lengua esperando paciente el momento en que el cipote la rozaba. Vadim fue en serio. Dejó caer el peso de su cuerpo con la intención de enchufarle los veintidós centímetros de polla hasta el fondo. Por primera vez Kike no sonrió, concentrado, invadido por ese palo duro y caliente, aguantando la respiración mientras algunas lagrimitas comenzaban a brotar de sus ojos.
Aunque no llegó a tragársela entera, se había comido un buen trozo. Vadim se la sacó y la dejó reposando sobre los pelos de su barriga. Le echó desde arriba un par de salivazos directos a la lengua bañándosela de blanco. Los dos imaginaron que era lefa. Vadim bajó y le relamió la lengua de un lametazo. Volvió a hacerlo. No veía le momento de hacer que la saliva se convirtiera en leche.
Lo había saboreado con el dedo y ahora tocaba verlo de cerca. Kike tenía un culo de pro, envidiable, perfecto. Peludito pero con la raja suave y rosácea. Algunos tios se contenían cuando otro hurgaba en su puerta trasera, pero Kike dejaba fluir todas las emociones que le transmitían los dedos y la lengua de Vadim explorando su caverna.
Grititos, bufidos, meneos de cabeza, el palpitar del ojete. Kike se iba desahiendo poco a poco a medida que Vadim le trabajaba el trasero. Vadim estaba deseando ver cómo reaccionaba ese cabrón al tener toda su pipa dentro. Mojó el cipote en la saliva que acababa de dejarle en el agujero e hizo fuerza con el culo intentando penetrarle. El cipote se amoldó al estrecho hueco y finalmente entró, sin condón.
Empujó un poco más dejándole el puro dentro y se quedó quieto, mirando la cara y las reacciones de ese tio buenorro. Primeor boca abierta de sorpresa por ser perforado por algo tan grande, después una sonrisita de vicio, como esas que sólo salen después de correrte, seguida del ceño fruncido y dientes apretados mordiendo el labio inferior, una señal inequívoca de gusto extremo.
El agujero ya estaba hecho y ahora tenía que labrarlo antes de plantar la semilla. Entraba tan ajustada que tenía que andar con tiento, a riesgo de correrse antes de tiempo. A diferencia de con su boca, por el culo se la tragaba entera. Al sacarla del culazo caliente, notaba cómo la piel alrededor de la entrada de su ano salía con la polla y le daba un gusto extra. Le encantaba tener esa tranca tan larga para dar a los tios unos buenos masajes anales como ese.
Así como le tenía ahora, arrodillado y casi hecho un ovillo en el reposabrazos del sofá, estaba perfecto, marcando musculitos, pero Vadim, que era un tio arriesgado y valiente, necesitaba ver a ese maromo saltando sobre su pinga, tener su cuerpo cerca, notar su aroma, su aliento, su calor, toda su virilidad. El gustazo de ver la cara guapa a ese chulo, tan cerca, desnudándole con la mirada, notar el calor de su rabo y sus pelotas apretados contra su estómago, desviar un poco la mirada hacia abajo y ver todo ese cuerpo musculoso y peludo hecho para el placer. Vadim tenía ya la escopeta bien cargada.
Un ratito para calmar las ganas de correrse no le vendría mal. Como si fuera consciente de lo que ponía a los tios, Kike le dio ese merecido respiro, pero para ofrecerle un plato de degustación exquisito. Le dio la espalda, se clavó la polla por el culo, encorvó la espalda hacia adelante y empezó a menear el trasero hacia arriba y hacia abajo haciéndole una gayola, comiéndose el miembro hasta los huevos, dejándolo ahí un ratito y contoneándose de vicio, completamente empalado.
De nuevo el reposabrazos, perfecto para follar porque a Vadim le quedaba a la altura perfecta para estar de pie. Kike puso el culazo encima, bocarriba, abriéndose de piernas, llevándolas hacya los pectorales. Vadim echó un salivazo desde arriba dejándolo caer en su rabo, mojó el pollote como si fuera un pincel a la entrada de la témpera de su culo y le fue encasquetando la polla centímetro a centímetro, dejándole sentir todo ese pene grueso y cilíndrico.
Después de habérselo estado follando durante varios minutos, esa nueva postura les proporcionó a los dos las mismas sensaciones que al principio, como si fuera la primera vez que se la estaba metiendo a pelo. Otra vez la boca abierta, otra vez esa sonrisa de gusto, otra vez el ceño fruncido, los dientes mordiendo el labio inferior. Kike alzó las manos y se cogió a las de Vadim. Los dos se estaban sintiendo, unidos como uno solo.
Kike no aguantó más. Se hizo un pajote mientras Vadim todavía le estaba crujiendo el culazo y dejó salir su esperma a presión, soltando seis chorrazos de altura, regándose toda la pelambrera de su torso. Vadim siguió jodiéndole el ojete, pensando dónde le gustaría correrse, pero parecía tener claro que para ese primer encuentro lo justo era hacerlo en su jeta guapa.
Se pajeó la polla encima de su cabeza. Kike estaba con la lengua por fuera, esperando. A Vadim le vino rápido la inspiración divina, viendo ese cuerpazo peludo y musculado esperando su semilla. No le fue fácil dirigir el mango entre tanto gusto, pero lo inclinó a tiempo para soltarle unos buenos chorretes espesos de esperma dentro de la puta boca, por sus labios, por la comisura. Kike se lo comió todo, sacó la lengua para atrapar hasta la última gota de lefa y se relamió.
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