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Alejandro Torres le mete una follada mañanera a Armond Rizzo sin condón | Fucker Mate

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El calorcito de una boca fue despertando poco a poco a Armond Rizzo. Ya se había levantado antes a echar una meada, pero se había vuelto a quedar traspuesto. Besitos por los muslos, la espalda, unas hábiles manos que le bajaban la goma de los gayumbos y dejaban al descubierto su melocotonero culazo, una boca aún más hábil que empezaba a introducirse por la raja poniéndole la piel de gallina y endureciéndole la polla.

Notaba el raspado de la barbita, así que ya sabía que era Alejandro Torres y no su otro compañero, que estaría durmiendo en el piso de abajo. Entre los dos consiguieron ligárselo hace dos noches, prometiéndole rabos que no había visto en su vida, cosa que a Armond le fascinaba, así que allí estaban en el chalecito de los dos coleguitas, dándole que te pego sin parar de fiestear, comer, dormir y follar como monos.

Tienes el culito más precioso que he visto en mi vida“, palabras suficientes para que Armond cerrase los ojos, lo pusiera más respingón, lo abriese cada vez un poco más y se dejase llevar por el placer de las caricias. Alejandro, que iba con la toalla blanca del baño recién salido de la ducha, se levantó poniéndose delante de Armond, por lo que ya sabía lo que tocaba ahora.

Tocó una polla larga y muy gorda que estaba colgando y se la metió dentro de la boca. Alejandro le zumbaba la boca como si le estuviera follando despacito, mientras con sus manos no dejaba de acariciar su cuerpo, deseándo metérsela por todos los huecos. Armond comenzó a chupársela en posición fetal y como si fuese un bebé chupando teta, cogió el bibe con una manita, abrió la boca y tragó hasta donde se la quiso meter.

Sólo cuando la porra se empezó a poner dura y alcanzar unas dimensiones descomunales, tuvo que incorporarse un poco para no atragantarse. Era tan grande, que cada vez que se la metía, la forma del rabo se le dibujaba en los mofletes.

Cuanto más fuerte y rápido chupaba, más cachondo se ponía Alejandro, al que comenzaba a notarse su impaciencia por follarle el culo, masajeando el cuerpo de Armond cada vez más rápido, centrándose sobre todo el los cachetes de su trasero.

Preparado el rabo, Alex se dedicó por completo al ojete del culo. Le abrió la raja para dejarlo al descubierto, echó un escupitajo que le embadurnó todo el agujero, usó esa saliva como si fuese lubricante, esparciéndola por los alrededores de la entrada y le metió una buena dedicatoria con la lengua. Él sabía que lo hacía muy bien, pero no estaba nada mal escuchar los gemidos al fondo para corroborar que todo iba de puta madre.

Cuando tuvo la polla a dos centímetros del agujero a punto de clavarla, se puso nerviosito de las ganas que tenía. Le pegó unos tientos introduciendo el capullo, pensándose si sacar condón, pero al final qué coño, se la metió entera y le empezó a follar con rapidez, empalándole hasta los huevos. Y cuanto más se la metía hasta el fondo, más gemidos se escuchaban en la habitación.

Calla cabrón que vas a despertar al otro“, le susurró Alejandro mientras se lo follaba. Armond no hizo ni puto caso, de hecho si el otro se despertaba y entre los dos le hacían un bocadillo, mejor todavía. Él estaba disfrutándolo a tope con las piernas abiertas y su rabo gozando del roce suave de los pelillos de una manta que tenía debajo. Pero comprendía que no quería que el otro se despertara, porque desde que se conocieron, se lo habían follado juntos y lo que Alejandro quería esa mañana era tener ese culito para él solo.

Al sacarle el rabo del culo y antes de que lo dejara tumbado boca arriba en la cama para seguir dándole por el ojete, Armond echó la cabeza hacia atrás. Lo que vio le dejó alucinado, un gigantesco pollón entre duro y morcillón, balanceándose de un lado a otro como sólo podían mecerse los grandes. Otra vez dentro de él, no pudo contenerse y se le escapaban unos gemidos que no eran ya gemidos, eran gritos de gusto, resultado de tener algo tan grande penetrándole el interior.

Sentía la rugosidad de los huevos rozándole la entrada del agujero cuando se ponía cariñoso y frenaba unas cuantas marchas para cocinárselo lento. Le encantaba tener a un machote así, inclinado sobre él, poder sentir sus gemidos apagados, su torso peludito y fuerte tan cerca, los brazos a cada lado, secuestrado, sin escapatoria. Él se acercaba, lo besaba y volvía a meterle la propina a toda hostia por el ojal.

Aquellos pelillos de la manta que antes le propinaban gusto a la polla, ahora eran su punto de amarre para aguantar la empalada final que le metió por detrás. Alejandro empezó a escuchar ruidos en la planta de abajo. Era su otro compi que seguramente estuviera en el baño. No tardaría en subir en cuanto escuchase los gritos de ese cabronazo, así que tenía que acabar aquello antes de que les viese.

Se dejó llevar y la metió a todo trapo hasta sentir el gustillo de la corrida. Sacó la chorra del culo, volteó al chavalín, le tiró un pajote y de su polla empezaron a brotar lechazos regando todo el cuerpo de Armond y dejándole un gotelé bien rico. Del gustazo de ver toda esa coirrida encima de su torso, a Armond se le escapó toda la lefa. Le salió de la raja del cipote como crema blanquita y espesa, deslizándose por el capullo y sus dedos. Cuando Alejandro se piró de nuevo a la ducha, él volvió a conciliar otro sueño, restregando todo el semen por las sábanas. Seguro que no le dejaban dormir demasiado tiempo, que en breve otra boquita estaría rozando sus piernas y otras hábiles manazas volvían a destaparle su dulce melocotón.

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