El espíritu de los inocentes todavía inspiraba a Paul Canon para seguir haciendo travesuras por la calle. La de la bajada de pantalones no le había salido ni tan mal, porque había conseguido que un chulazo se lo follara, por lo que tenía que pensar otra broma de la misma índole, incluso un poco más sexual, para ver si así cazaba a otro maromo que quisiera petarle el culo.
Y de esto que, mientras estaba pensando, se le empalmó la polla y eureka! Nada mejor que un paquetón duro como una roca para llamar la atención, con lo que a él le molaba ver a tios que salían a correr con sus pantalones grises de deporte marcando todo poderoso paquete y sus formas. Pues de esa guisa iba a salir a la calle y además sin calzoncillos. Aprovechando que tenía una buena pija y se le ponía durísima, cuando montase tienda de campaña y comenzase a rozarla contra el cuerpo de otros tios, alguna hostia se llevaría, pero seguro que también pillaba cacho.
El primero casi le tira todo el café encima cuando se acercó y le rozó el brazo con la punta del cipote con la excusa de pedirle fuego. A otro le pilló mientras andaba por la calle y en cuanto le vio el rabo empinado, le apartó de un manotazo, puto desvergonzado, jaja. A la tercera fue la vencida. Pegó un susto a un chaval que pasaba por debajo del puente y al ver su reacción, que se lo tomó a risa pero no apartaba la mirada de su paquete, supo que ese iba a ser suyo.
Se fueron a su casa y allí se pegaron el lote. Paul no dejaba de rebozarle toda la polla por encima mientras se besaban. Después Thyle Knoxx le tumbó sobre la cama, le bajó los pantalones y descubrió a esa puta pollaza bromista de los cojones. Se la comió, le dio su merecido y después le dio de su propia medicina a Paul, cuando se bajó los pantalones y le dejó ver que la suya era incluso más larga.
Paul no se pudo resistir a echarle un tiento, pero después de tragársela hasta ponerse los huevos por corbata, le folló el culo al chaval, que hay que ver lo que lo gozaba y cómo apretaba los dientes contra los labios cuando le endiñaba la polla hasta el interior profundo. No cabía duda de que el tio sabía cómo cabalgarse rabos, la forma en la que se sentaba encima era de un profesional. Follado, follador… la siguiente broma tenía que superarse más todavía.