Habitación 1007. La raja del culo del chulazo ruso Dmitry Osten que estaba encima de él, se acoplaba perfectamente al largo de la polla de Dominique Kenique. El cabrón movía el culazo que daba gusto, subiendo y bajando, practicando una suave pajilla al rabo por la parte de atrás. Notaba el calorcito del ojete por todo el rabo y estaba deseando metérsela ya.
Dominique reparó en la pedazo salchicha del ruso descansando y frotándose contra sus abdominales. Estaba muy bien dotado y se le estaba poniendo durísima. Le dio la vuelta, se coló entre sus piernas y le comió toda esa barra larga. De vez en cuando la dejaba caer con un buen hostión y se dedicaba a comerle los huevos. Daba gusto chupar, alzar la vista y ver esa carita de guaperas malote gozando de la boca de otro hombre en sus partes más íntimas al descubierto.
Sus pollas se convirtieron en protagonistas cuando se acercó dispuesto a follarle el culo. Dmitry ya estaba abierto de piernas en la posición perfecta, pero agarró los dos rabos grandes, los juntó, los cubrió con ambas manos y les hizo un pajote haciendo resbalar la piel de uno contra otro.
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Otras veces le había visto tomar el mando, comportarse como un animal y abrir culos a diestro y siniestro, pero esta vez Dmitry estaba totalmente dispuesto a recibir todo lo que le dieran. Dominique le enchufó el rabo por la boca y se la folló. El tio se la chupaba como si tuviera un biberón en la boca.
Aprovechó para taladrársela. Sabía que era todo un cabronazo y que podría aguantarlo, aunque por el camino tuviese que echar unas lágrimas. Le llegó hasta la garganta profunda mientras él lo miraba con esos ojitos guapos. Dios, estaba a tiro para meterle una buena lefada y después lamérsela con la lengua y hacer guarradas con ella.
Nada le apetecía más que darle el contenido del bibe, pero teniendo ese culito suave, a ese tiarrón rendido a sus encantos, con las piernas hacia arriba a cada lado de su cuerpo, deseando que se la metiera, tenía que aguantar hasta haberle dejado un buen boquete en el trasero.
Dmitry tenía el rabo especialmente sensible esa mañana. Bastaba un lametón para dejárselo completamente empinado y temió que en una de estas le metiese la leche por la garganta cuando empezó a escucharle gemir y llevarse las manos a la cara.
Los dos se prepararon con rapidez para no cortar el momento. Dominique rasgó un condón mientras Dmitry agarraba el bote de lubricante y se daba a base de bien en la entrada del culo. Como un buen macho, Dominique apuntaló la polla, se la metió y se abalanzó sobre él dándole por culo a su ritmo, haciendo oídos sordos a los gemidos de dolor y placer.
Entre que él tenía la polla grande y el otro estaba poco acostumbrado a que se la metieran y tenía el culito estrecho, los grititos de gusto no cesaban, llenando las cuatro paredes de la habitación del hotel. En cuestión de minutos pasó de hacerle la cucharita en la cama a tenerlo a cuatro patas bien follado.
Le dio la vuelta y lo tumbó boca arriba. Se quitó el condón, lo lanzó al suelo y tiró para paja. Quería correrse encima de ese chulazo, ver su leche caer encima de su cuerpo. Le ventiló un buen chorrazo blanco que salió despedido más allá del hombro de Dmitry.
Para Dominique fue fácil sacarle la leche, sabía el punto débil del ruso. Comenzó a comerle el pezón y en cuestión de segundos escuchó esos gemidos que precedían una buena corrida. Unos lechazos blanquitos y espesos que se quedaron alrededor y por encima de su ombligo, restos de semen entre los dedos de su mano. Con los cojones desalojados, se quedaron abrazados y dormidos como amantes no amantes.