Como un barco a la deriva, el mismo que ahora hace aguas en tierras inexploradas tras un incendio, una isla desconocida que no aparece en los mapas emerge casi tocando el cielo de nubes grises que anuncian tormenta. Entre la selva tropical que la puebla, abriéndose paso con el cuerpo húmedo, apenas cubierto por un taparrabos que no puede ocultar su largo badajo balanceándose como una liana entre sus piernas, Tarzán acude para salvar las vidas que se acercan hasta la orilla.
Con una sobrenatural fuerza adquirida con el paso de los años, va cogiendo uno a uno los cuerpos de los tres supervivientes y los pone a salvo en un lugar donde podrán buscar cobijo y comida. Allí les deja y se marcha antes de que despierten, ocultándose entre los matorrales y observando de cerca los movimientos de esos seres que sabe son similares a él y a su especie, pero con los que nunca ha tenido contacto desde hace tanto tiempo que ni recuerda.
Gracias a los recién llegados, descubre cosas como la utilidad de lo que tiene entre las piernas, que lo que tiene ahora colgando, si lo coges entre las manos y si alguien te lo chupa o pajea, se pone duro y suelta leche como un géiser a presión. Lo que no logra entender cuando ve a Colton Grey y Luke Adams chupándose las pollas y follándose mutuamente, es cómo dos machos pueden darse placer. Tras las hojas intenta imitar ciertos movimientos y se le pone la picha dura por primera vez siendo consciente, extiende su mano hacia el trasero metiéndose un dedo por el culo y descubre un terreno vedado que le encanta a la primera. Un gemido y más ruido del que le hubiera gustado hacer, alerta a los dos desconocidos, que miran en su dirección con los morros llenos de leche.