El lugar donde más se habla del tiempo y de otras cosas sin importancia. Que si hoy hace buen día, que si vaya la lluvia que está cayendo, bostezos, miradas hacia abajo o hacia arriba, situaciones comprometidas en las que no sabes qué decir y para salir del paso tiras del teléfono móvil, haciendo como que mueves la pantalla leyendo nada. Sí señores, el ascensor, ese lugar en el que intentas a toda costa montar solo, en el que rezas para que la puerta se cierre antes de que monte alguien más, cuando escuchas abrirse el cerrojo de la vivienda de otro vecino a punto de salir de su casa y en el que sueltas un bufido cuando estás bajando y de pronto para en otrta planta para seguir recogiendo a gente.
No siempre es así, unas veces se huye y otras, cuando te interesa, remoloneas y te haces el tonto dejando pasar el tiempo, cuando sabes que tu vecino buenorro parte hacia el trabajo casi a la misma hora que tú y decides hacer como que esperas y te haces el sorprendido cuando sale de su casa, dejándole los honores de pasar el primero a la vez que aprovechas y le miras el culito, ese que desearías follarte a todas horas, igual que deseas que en lugar de esos pocos segundos que dura el trayecto, se vaya la luz algún día y os quedéis ahí encerrados, conociéndoos mejor, haciéndoos coleguitas y comenzando algo que podría llegar a algo más.
No es un vecino, pero mucho mejor, un completo desconocido. Aday Traun se queda esperando a que alguien transite por piso ajeno, un piso por el que desde la ventana de su piso de enfrente ve entrar y salir a muchos tios trajeados. Por suerte un amigo le ha dejado la lave del portal y tiene la excusa perfecta para cerdear un rato el viernes por la tarde. La suerte llega pronto, un macho de traje y corbata, fuerte y apuesto, llama al telefonillo y Aday ve su oportunidad ofreciéndose a abrirle, encima el chaval que se llama Paco habla poco español, de acento italiano. Le agarra la puerta y le deja pasar. Madrecita qué culo gasta el cabrón.
No espera y se tira a él en el montacargas, los dos besándose como cerdos, comiéndose los morros, lamiéndose como perros. Paco comienza a agacharse delante de Aday y a frotar la cabeza por su huevera, esnifando calzones y olor a polla. Menudo paquetón se le ha quedado, el rabo más duro que una piedra marcándose bajo los pantalones. Paco le baja los pantalones con maestría. Lo que se encuentra es maravilloso, a Aday se le ha puesto tan morcillona que se le ha salido de los gayumbos, la tiene totalmente dura hacia un lado. Los calzones ya apenas resguardan sus cojones porque lo que es el pollón lo tiene todo por fuera.
Ante una porra tan gorda, a Paco se le va la lengua sola para hacer limpieza. Lame y pega bocados a partes iguales tratando de atraparla, deja la cabeza entre las piernas saboreando el sable mientras Aday se agacha para sacarse los calzones del todo. Delante de la jeta de Paco el pollón cilimbrea duro y tieso, esperando una boquita. Vaya juguetito, primero le saborea los huevos apretando con la mano la polla hacia arriba para que no le estorbe, que la tiene muy grande, y después ya se la mete en la boca de un trago, al menos el cipote y un tercio que es lo que le llena en un primer impacto.
Pollón italiano y con piercing, eso es lo que se encuentra Aday al agacharse y coger su turno. Se mete el cipotón grueso en la boca y lo chupa como un chupa chups sin llegar a llenarse la garganta antes de darle la vuelta, escupirle en el ojete y meterle toda la lengua por detrás abriéndose camino. Postre italiano que toca. Aparta su cara de la raja del culo y mira el agujero. Por ahí abajo se machaca a la vez la polla, como midiendo si está lo suficiéntemente abierto como para empezar a penetrarle, pero aún le falta un poquito, así que mete de nuevo la cabeza entre esos globazos mediterráneos dando cera con la lengua.
Los dos han perdido ya los pantalones y terminan follando con las camisas, corbatas y americanas puestas. Aday sabe lo que es montar a caballo y hace la doma del potro perfecta, enchufándole por detrás. Antes de que llegue alguien y no tengan pantalones que levantarse para cubrir las armas en alto, se meten en las oficinas. Anda que no está caliente el italiano, que le vuelve a comer la polla tragando hasta el fondo dejándole todas las babas encima el muy cabrón.
Aday lenvanta las piernas y se deja hacer por esa boca folladora que no para de tragarse su rabo, lamerle las pelotas e ir más allá jugueteando con su ojete. Casi sin querer termina sobre la silla con las piernas completamente abiertas de par en par disfrutando del gustillo de unos buenos lengüetazos en el culete.
Retoma la follada donde la dejó, esta vez sobre la mesa de la oficina y no sin antes volver a comerle el culo y descubrir que su compañero de follada es todo un osete cuando se desabrocha la camisa, un machote de pelo en pecho y en el culo. La segunda vez se come algunos pelos, pero no le importa, forma parte del calentón y de las ganas que tiene de follárselo de nuevo. El italiano no puede ni cerrar las piernas con su polla dentro, las deja separadas dejándose follar a saco. Lo tiene arrodillado sobre la mesa, con el culo gacho a la altura de sus caderas para meterle buenos zambombazos.
No entenderá el idioma hablado, pero el idioma de la polla lo domina a la perfección, cómo gime el tio y estampa el culo hacia atrás con fuerza para metérsela hasta las pelotas. Ya en el suelo, Aday deja ese culazo entre sus muslos y le clava el pepino a toda hostia. Increíble cómo cede la entrada del agujero ante su polla gorda. Acaban por el suelo follando como locos cuando el italiano, a punto de correrse, se saca el rabo del culo y se dirige rabo en mano hacia la cara de Aday.
Por si tenía la curiosidad de cómo se corre un cipote anillado, enseguida lo descubre cuando empieza a salpicar lefa por todas partes, dejándole los mecos sobre la camisa y otros espesos sobre la cara y el pelo. Aday todavía tiene semen en los labios cuando el italiano se acerca a bvesarle los morros y probar de su propia leche. Ya que le gusta tanto el guarreo, pues le va a dar otro tanto. Aday se pajea sobre su cara y se la mete directa en toda la boca, primero dejándole un poso blanco y espeso en la comisura y después haciéndole una buena limpieza bucal.
Paco se mete ese pollón dentro de la boca y lo atrapa con los labios mientras aún se está corriendo y a Aday le sale del alma un gemido, comenzando a culear mientras le lefa por dentro. Ya corrido, le saca el rabo y admira lo que ha pasado en esos segundos de vicio, la boca de Paco inundada de leche, el puto guarro haciendo gorgoritos y dejándola salir para endulzar su barba y el bigote. Ante esa cara llena de su leche, Aday se acerca y empiezan a guarrear los dos juntando los morros, dejando que la lefa cuelgue entre ellos, escupiéndosela dentro de las bocas, volviendo a morrearse para hacer bolas de nieve y volviendo a pasarla de boca en boca.