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El guapísimo azafato de vuelo Devy hace una mamada al pasajero Roman Todd y le mete una buena follada a pelo en el pasillo y los asientos de primera clase del avión | MEN

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Un montón de horas de vuelo le quedaban por delante a Roman Todd en su viaje de vuelta a casa en la primera clase del avión. Hubiera sido tan monótono como siempre, dormir, ver una peli, escuchar múscica, volver a echar una cabezadita y dejar campar el aburrimiento a sus anchas si no fuera porque encontró en Devy, el muchcito más guapo que había visto en mucho tiempo, azafato de vuelo, una diversión inesperada.

De haber estado a solas, ya se la habría estado cascando mirando la guapísima cara del zagal y su culito, pero con gente alrededor le dio algo de apuro, si bien estaba a punto de cometer una de esas locuras que solo puede cometer un hombre cuando el instinto sexual se le despierta de forma apasionada. De momento hizo pasearse a ese buen mozo de arriba a abajo para verle a menudo.

Que si tengo una pregunta, que si ahora me puedes traer un vasito de agua con azúcar para el mareo. Devy parecía estar con Roman de los más servicial, así que Roman se decidió y se decantó por la vía rápida para saber de qué palo iba ese guaperas. Se desabrochó los botones de la bragueta, se sacó la polla que la tenía ya bien dura por la belleza que tenía justo delante, la zarandeó toda tiesa ayudándose del pulgar y se puso bien contento al saberse correspondido, cuando Devi se mordió el labio inferior sin dejar de mirar su verga y se llevó la mano al paquete, seguramente haciendo hueco en los calzones a la erección que acababa de tener.

El azafato se las apañó bien para que, a vistas del resto de pasajeros, no pareciera lo que estaba a punto de hacer, que se ponía de rodillas a chupar una buena pollaca. Roman le ayudó en su engaño, diciéndole que no sabía muy bien cómo ponerse el cinturón de seguridad. Devy aprovechó, se puso de rodillas y, después de hacer con que agarraba el cinturón, se inclinó y empezó a acicalar con labios y lengua esa jugosa polla.

Cuando se levantó, Roman le instó a bajarse la bragueta. Por ella salió un delicioso rabo largo y encapuchado que enseguida le fascinó y se lo devoró con la boca como un buen chupa chups. Devy siguió intentando que no se le viera nada, bajándose lo justo los pantalones y alzándose la camisa y el chaleco, tapado por el reposacabezas del asiento donde estaba Roman, pero de seguir así, sabía que no habría nada que detuviera el deseo que sentían azafato y pasajero el uno por el otro y que tarde o temprano, tendrían que tentar a la suerte y desear que todos los pasajeron estuvieran dormidos, porque estaban a punto de convertir ese calentón en una pedazo de follada.

El asiento de Roman crujía que daba gusto, meneándosela y comiendo rabo a la vez. La suerte les acompañó porque el resto de la tripulación había caído en estado de sueño. Un rapidín no se lo quitaba nadie. Raudos y veloces, aprovecharon el tiempo quitándose los pantalones y haciendo guarrerías en mitad del pasillo de primera clase. Roman se puso a cuatro patas mostrando su precioso culazo a Devy, que acudió con ganas en la misma postura a agarrarlo a dos manos y colar los morros en esa apetitosa raja.

La mujer mayor y cascarrabias daba signos de vida, pero todavía seguían cubiertos por los asientos que ella tenía delante. Además ya estaban tan cachondos que no podrían parar hasta consumar el acto. Roman se quitó la última prenda que le quedaba, la camiseta de manga corta. Devy ya estaba enamorado, pero al ver ese cuerpazo fornido y musculoso de puro escándalo, se puso más caliente imposible. Roman se puso de rodillas, se arqueó hacia atrás y buscó el cariño de su azafato favorito pidiéndole un beso.

Un beso y algo más, que se lo follara bien. Se levantó, se dirigió hacia su asiento de nuevo, separó un poco las piernas y dejó que ese chavalote le metiera todo el trabuco sin condón por el agujero del culo. Guapísimo, de cuerpo atlético y con una buena pija. Roman mordió el cabecero del asiento de delante del gusto que le daba tenerlo dentro de él.

Dejó el asiento a Devy y cabalgó sobre sus piernas, sintiendo el poder de esa polla erecta rozando las paredes de su amoroso ano. Buscó su carita guapa y se dieron el lote con un morreo cargado de muchas ganas mientras follaban a pelo. Ya les daba igual quién despertase. Iban a acabar lo que habían empezado. Roman regresó al pasillo, se tumbó bocarriba, elevó las piernas hacia el pecho y Devy, de rodillas frente a él, le blandió el culazo con su poderoso sable.

No sabía si podía llamarlo amor, pero Roman sintió algo cercano a ese sentimiento. Le gustaba todo de Devy. Su pelito, su barbita, sus ojazos, su cuerpo musculoso y sudado, esos pezones duritos que se marcaban en sus espectaculares pectorales. Roman se metió un buen pajotazo sacándose la leche mientras Devy se lo follaba, dejándose el puño bañado en leche, la lefa derramándose en su oblicuo. Devy le sacó la polla del culo y se corrió encima de ese cuerpazo musculoso decorándolo con su semen. La vieja loca despertó y les pilló desnudos y corridos, armando un escándalo, pero habían vivido un momento tan emocionante y cargado de pasión, que después de una corrida nada podía perturbarles.

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