Apenas habían pasado unos días desde su aventura en la cueva de la playa, Rob Campos miraba hacia el horizonte desde la terraza de su apartamento, recordando esos dos cuerpos desnudos, su pandero cubierto de arena y ese chaval pidiéndole rabo por el culo y leche en la boca. Por si alguien se preguntaba si lo echaba de menos, la respuesta estaba ahora junto a su espalda, con una mano apoyada en el marco de la ventana.
Se llamaba Octavio. Le conoció en la fiesta del hotel y le hizo prometer que subiría a darle los buenos días por la mañana. Estando tan bueno como estaba, dudaba que cumpliera su promesa, más cuando le vio irse de la fiesta con un par de tios, pero demostró ser un hombre de palabra y allí se presentó, en calzones, regalándole unas buenas vistas.
“Me he follado a esos dos– dijo ladeando la cabeza y mirando hacia la habitación que había al final del pasillo- y ahora vengo a por tu culito“. Esto último se lo confesó con su atractiva cara casi pegada a la suya, echándole su aliento encima, casi susurrándoselo con ganas mientras se agarraba el paquete morcillón y voluminoso que se dibujaba en sus calzones blancos, decorados con algún que otro lamparón de lefa que a Rob le puso cachondo a más no poder.
Le dejó entrar, pero antes le invitó a tomar una ducha, al menos para limpiarse bien el pito, algo que no sirvió de nada, porque cuando salió a la terraza para llevárselo dentro, volvía a tener los mismos calzones con la lefa reseca en la huevera. Que fuera un auténtico guarrón no le echaba para atrás, al contrario, le ponía bien cerdaco.
Desde la terraza, sintiéndose un mirón, se quedó vigilando cómo se desnudaba, cómo se quitaba los calzones y descubría su precioso trasero redondito y más blanco que el resto de su musculado cuerpo bronceado, su enorme pija colgando, con un buen colgajo de piel que sobresalía de su capullo protegiéndolo. Octavio sabía que estaba bueno y se valía de ello para hacer babear a los chicos. Se dedicó a dar unos paseos por la habitación dejando que Rob mirase todas sus curvas y el balanceo de su polla entre las piernas. Estaba hecho todo un conquistador.
Al entrar en la habitación y acercarse a Octavio, Rob notó que le subían las pulsaciones y se ponía nervioso. Haberlo mirado desde la terraza, como si fuera un vecino curioso, hacía que ahora se sintiera más cerca de lo que había estado deseando todo este tiempo. No tuvo tiempo de digerir su sueño, porque Octavio le dijo que se pusiera de rodillas y se la mamara. Que era un tio directo y que sabía lo que quería, estaba más que claro.
Siguió sus órdenes y afrontó un pollón ahora más largo y empinado que antes. Se lo metió dentro de la boca y empezó a chuparlo. Tenía la piel suavecita y a medida que crecía dentro de su boca, el pellejo que recubría el cipote se iba retrayendo. Miró hacia arriba y se enamoró de la cara de ese tio vergón, morenito, con barbita, nariz grande y achatada. De puro amor, tragó y se clavó el pito hasta el fondo de la garganta sin que él se lo pidiera, besándole los huevos.
Él empezó a culear agarrándole con una mano por detrás de la cabeza para asegurarse de que no se echaba hacia atrás. Por la forma en que le follaba la boca, a Rob le recordó a los movimientos de los strippers sobre el escenario y eso le volvió loquito. Octavio le dijo que se levantara y se quedara donde estaba. Dirigió sus pasos hacia la cama y se tumbó, dedicándose a pajearse la polla. Un tio atractivo, musculoso y pollón sobre la cama estaba para relamerse.
Sin duda quería que la habitación se cargara de morbo, que nos mirásemos deseándonos desde lejos, porque llegado el momento, cuando sus cuerpos se fundieran, saltarían chispas. Una vez más Rob obedeció, y lo hizo porque la idea le molaba, de hecho él ya la había iniciado mirando desde la terraza, resistiéndose a entrar al momento. Rob se quitó el bañador y le enseñó su culito blanco, ese que con el tiempo había aprendido era objeto de deseo de todos los chicos.
Había aprendido eso y más. Había aprendido por ejemplo que cada tio en la cama tiene sus fetiches y que los que no tienen pelos en la lengua, terminan dejando claro lo que les gusta. A Octavio por ejemplo le gustaban muchas cosas y una de ellas era que se la chuparan y ver de fondo el culito respingón que se iba a follar. También le gustaba dominar y dar órdenes.
Le dijo a Rob que se diera la vuelta y se pusiera a cuatro. Rob se estremeció al sentir el contacto de sus manos calientes, de su lengua humedeciendo la raja de su culete y lo que definitivamente le hizo entregarse del todo fue el momento en que Octavio le plantó el pollón duro y caliente en el hueco de la raja y se abrazó a él por detrás deslizando sus musculosos y sudados abdominales y pectorales por encima de su espalda. Pudo sentir hasta el roce de sus tetillas duras.
Era una putilla en sus manos, no paraba de colmarle a besos por el cuello, mordiéndole la oreja suavemente, buscando su boca por delante para meterle un morreo. Un amante de los pies a la cabeza. Con semejante macho detrás de él, Rob se inclinó hacia adelante, pegando el torso contra las sábanas y elevando el trasero. Sintió esa polla clavándose hondo como nunca había sentido ninguna.
Sabía que ese tio estaba fuertaco y que le iba a propinar unas buenas sacudidas. No tardó en experimentarlas, en escuchar el incesante golpeteo de las caderas contra sus nalgas mientras esa larga y enorme polla desnuda excitaba su ano. Cuando instantes después Rob levantó la cabeza y descubrió el motivo de por qué en esa postura y por qué en ese lugar. Frente a ellos había un espejo y descubrió a Octavio mirándose en él, recreándose con cada músculo de su escultural cuerpo en acción follándose a un tio.
Rob podría haber sentido celos del espejo, pero no fue así. El espejo le proporcionaba una manera única de observar el cuerpazo de ese tio dándole por detrás, algo que de otra forma sólo podría haber imaginado. Ese tio sabía lo que quería desde el primer segundo y lo había puesto todo en marcha para conseguirlo. Ahora quería que Rob le pajeara la polla con su ano. Rob se lo hizo, todo lo fuerte que pudo, empujó con el trasero hacia atrás y se empaló en esa estupenda polla, una y otra vez.
Luego Octavio le cogió por las caderas y le empotró, cada vez empujando más su culo hacia adelante hasta que Rob acabó tumbado bocabajo sobre las sábanas y Octavio en posición de flexiones sobre él, fustigándole el ojete y sin dejar de mirar su cuerpo serrano en el espejo. Fetichista y narciso. Pero Rob conocía a muchos como él, tú también los conoces que me estás leyendo, tios buenorros que van al gym y se observan en el espejo, tios que se follarían a sí mismos.
Follado bocarriba, subió la intensidad y también la pasión que Rob sentía por ese chulazo. Mientras se lo follaba, colocó sus pies sobre sus pectorales y Octavio parecía encantado con que Rob paseara sus manos por su cuerpo como si fuera la cosa más bonita que había visto en su vida. Se sentía halagado por ello. Rob miró fijamente sus abdominales, paseó la mano por ellos, deteniéndose en cada protuberancia. Con la otra mano le sobó el culo. Tener a un tio así de buenorro encima de él, metiéndose dentro de él, era una sensación agradable y placentera.
Con su cuerpecito delgado, Rob no podía competir con él, pero sí hacerle disfrutar. Por primera vez en esa relación, Rob tomó el mando. Frenó la follada, volvió a colocar sus pies fuertemente sobre cada lado de sus pectorales echándolo hacia atrás y le obligó a quedarse quieto mientras él se revolvía en la cama deslizando la espalda hacia adelante y hacia atrás pajeándole la polla con el culo. También por primera vez, ese machote le cogió el rabo y se lo masturbó.
Fue breve pero intenso. Rob volvió a tomar le mando de su propia pija y Octavio dejó de mirar al espejo para concentrarse en los instantes finales de ese encuentro tan especial para Rob, quizá uno más para Octavio, que acababa de zamparse por lo menos otros dos culos, para el que puede que esa follada no fuera más que un alivio pasajero para calmar su polla al levantarse con ganas de meterla en un agujero.
Rob vio cómo Octavio se abalanzaba sobre él de manera peligrosa. Demasiado cerca para su gusto. Un pelín más y Rob se habría corrido dle gusto del contacto de su cuerpo sobre el suyo, del contacto de sus miradas. Guardó distancia entre ellos doblando una pierna y colocando un pie sobre su pecho.
A pesar de eso, la pierna se deslizó hacia un lado y él se puso encima, besándole, tan cerca como para sentir el calor que desprendía su torso. Rob se corrió encima y mientras lo hacía Octavio aprovechó para levantarle el culete y jodérselo más fuerte todavía. Finalmente retiró la polla de su ano y se la meneó encima de él. La leche salía de su polla a borbotones y chorrazos abundantes y caldosos, mojando todo su cuerpo, su polla, sus pelotas.
Antes de que se vaciara los huevos, Rob se sentó en la cama, se inclinó y chupó esa polla por la que todavía goteaba le semen. Estaba delicioso. Lo escupió dejándo un lefote sobre el capullo y lo volvió a recoger pringándose el labio superior. Con la lengua relamió la raja del cipote, deleitándose con el saborcito del caldo de ese macho. Octavio era puro sexo, inagotable, y volvió a dar órdenes. Se puso a cuatro sobre la cama y ordenó a Rob que le diera por culo.
… CONTINUARÁ