Mano a mano, Pol Prince y Gabriel Phoenix estaban agarrados fuertemente por la mano, como echando un pulso. En medio de ellos, Dante Lauro casi engullía a trangullones la larga pija de Gabriel mientras el guaperas de Pol le follaba compulsivamente su precioso y redondito culazo. Se lo estaba haciendo tan rico y tan bien, que le tenía completamente vencido, con el vientre pegado al puff acolchonado.
Que Gabri y Pol se molaban estaba más que cantado. Dante lo comprendía bien, pues los dos estaban buenísimos y era muy difícil decidir entre el cuerpazo definido y musculadito de uno y el de pecho peludete e igual de musculoso que el otro. Les había cogido especial cariño a los dos y le daba igual por dónde le colaran las pollas, sólo quería que se la colaran, por cualquier hueco.
Gabriel hizo un poco de mamporrero, preparando la verga del semental, impregnándola de saliva para después conducirla al interior del ano de la yegua. Cuando la tuvo dentro, empezó a cabalgar. Se le puso el pito tieso de gusto y Gabri aprovechó para escupirse en una mano y retorcerle la polla a pajotazos. Dante no fue el único que recibió rabo a pelo. La atracción que sentían esos dos se saldó con una buena follada de Gabri, que dominó el culazo de Pol por delante y por detrás.
Como un buen base, Dante supo ver a tiempo la jugada de esos dos chulazos y se colocó entre ellos de nuevo, esperando que soltaran toda la carga de sus huevos encima de él. Tuvo que parpadear y entrecerrar los ojos varias veces de las tremendas salpicaduras que soltaban de sus largas y enormes pollas y le dejaron con la carita sucia y llena de leche. Mientras ellos se dabas un morreo, Dante se dedicó a limpiarles los sables deleitándose con el sabor a semen.