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Casey Everett disfruta del musculoso cuerpazo de Max Konnor en la bañera y se deja follar a pelo por su enorme y dura minga | Raging Stallion

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Música chill y el agua saliendo del grifo llenando la bañera. Casey Everett y Max Konnor descubrían sus cuerpos desnudos de pie, uno junto al otro y en la mirada de Casey se apreciaba que Max era todo lo que necesitaba en ese momento, ese cuerpazo negro y musculoso, sus grandísimas y fuertes manos de largos dedos aprovechándose de su cuerpo, su cara masculina, sus gruesos labios y esa larga y enorme polla caliente que le colgaba entre las piernas.

El agujero del culo se le abría solo y estaba deseando entregarse a él, a obedecer en todo lo que le dijera. Que Max trempara como lo estaba haciendo era obra de arte del tio que tenía delante. Casey no se quedaba atrás en cuerpazo, con un culito domable, fibradito, marcando six-pack y esa carita guapa con la barba bien arreglada. Max apagó el grifo y los dos se sumergieron en esa bañera llena de agua con una capa de espuma por encima que impedía ver cómo flotaban su dos largos rabos, si es que todavía flotaban y no estaban más duros que una roca.

El calorcito hizo que a los dos se les quedaran los cojones colgando y en eso Casey ganaba de calle, porque tenía una huevera fuera de lo normal. Fue cuestión de tiempo que acabara abalanzándose hacia el cuerpazo de Max y se dejara proteger el culo sobado por esas grandes manazas para después acabar de rodillas comiéndole el generoso rabaco que se gastaba.

Estaba tan cachondo que no le importó el enorme tamaño de su verga, lo gorda que la tenía ni la de tropezones que le latían a lo largo del rabo en forma de gruesas venas. No le importó quedarse sin aliento, la cara roja y reprimir alguna que otra arcada. Fue a por todas y, con la polla entera dentro de la boca paseando por su garganta, le besó la base del rabo con los labios. Iba a disfrutar de ese dios de ébano todo lo que pudiera y adorarle el centro de placer de su cuerpo era una buena forma de decirle lo mucho que le gustaba.

El calor, el agua y la humedad hicieron que todo se estirara y creciera más de lo normal. Casey ya tenía la cara sonrojada del puto gusto de tragar rabo, que cada vez entraba más fácilmente y mejor por su boca y su garganta. Le levantó la polla, le comió la huevera, le succionó las pelotas y Max se veía obligado de vez en cuando a retirar la vista por miedo a correrse antes de tiempo.

Le tuvo comiendo rabo casi un cuarto de hora de reloj y el tio no se cansaba, quería más. Pero no era lo que uno quisiera, sino lo que los dos quisieran y Max también se ganó el derecho a réplica. Estaba deseando cogerse el culazo de ese mamón y lo que más le flipó al darle la vuelta e inclinarle la espalda fue ver sus tremendos cojonazos colgando entre las piernas, que le llegaban casi hasta la mitad de los muslos.

Se levantó, le azotó el trasero con su turgente pollaza negra y enorme y le penetró el ojete con el primer tercio del rabo sacándole un gemido de placer inmenso. Volvió a hacer lo mismo, una y otra y otra vez, dejando que se acostumbrase al tamaño de su gran polla. Un culito super apretado. Max se la volvió a meter y esta vez sin ruedines de apoyo, soltando la mano que agarraba su nabo y empezando a follárselo, trincándoselo hasta el fondo.

Pronto el agua mansa de la bañera se convirtió en mar gruesa a medida que Max imprimía el ritmo y le daba por culo como se merecía. La carita de Casey volvió a sonrojarse de nuevo, pero esta vez por tener una polla tan grande cubriéndole el agujero del culo. Limpitos y perfumados, ya secos, se fueron al salón a conocerse aún mejor. Para Casey fue un placer ver a ese cuerpazo sentado en el sofá con la enorme polla en vertical esperando un culo. Le regaló el suyo y se montó encima.

Durante un buen rato tuvo el control de su cuerpo, masturbándole el rabo entre sus nalgas mientras admiraba sus fuertes biceps, sus duros pectorales, los pelazos negros que se le dibujaban en los sobacos. Casi ni se dio cuenta de lo mucho que había vuelto a crecer ese pepino dentro de su ano, hasta que se vio obligado a saltar cada vez más alto para darle el mismo placer. La tenía tan larga que por muy alto que saltara no se le salía del agujero.

Se dejó llevar en volandas, con la polla todavía clavada dentro del culo, hasta otro sofá más estrecho, donde acabó hecho casi un ovillo, con las piernas abiertas y follado a toda hostia y sin condón por esa bestia sobrehumana. Le dolió, le dolió mucho sentir toda esa larguísima, gorda y dura minga entrando y saliendo entera por su agujero.

Se corrió de gusto y, todavía con el apetito sexual al máximo con la leche saliéndole por la polla, casi al unísino Max salió de su cuerpo y se masturbó con ese enorme pollón sobre su cuerpo, lanzando perdigonazos sobre sus muslos, sobre los pelos de su vientre, entre sus piernas, finalizando con esa perlita blanca de leche decorando la raja de su enorme cipote, una gota que no cayó hasta que se la sacudió como un machote. Casey le tocó la polla y la dirigió hacia su culo. Quería que se la metiera así, toda chorreando de lefa. Cais por un momento Casey quiso ser chica, para tener un bebecito de ese macho tan fornido y tan rico.

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