La lengua de Cherr Brown era juguetona, la tenía muy larga y lo mejor de todo es que sabía cómo usarla para camelarse a cualquier tio. Al guaperas de Oskar Ivan lo atrapó en su telaraña como a una mosca. Le bastó un lametón lento pero gustoso en los morretes, dejarle sentir el cómodo colchón de sus grandes y gruesos labios, para hacer que se le erizaran los pelos y se estremeciera en un primer contacto.
Oskar tenía dónde agarrarse y lo hizo. Cuando de primeras solía arrodillarse y rendir tributo a las pijas, esta vez se entretuvo más de la cuenta dándose el lote con Cherr. Su boquita le tenía absorto completamente en un país de las delicias. Eso no evitó que se diera cuenta del bulto que se había formado en el frontal de los calzones blancos inmaculados del surinamés. Se lo agarró con la mano llena y entonces él también tuvo una repentina erección.
Coló la mano por donde cualquier tio se la saca para mear y le sobó la polla por encima. Estaba durita, era gruesa y enorme. Se la sacó por encima de la goma de los calzones y la empezó a masturbar lentamente, fijándose en su color negro, en su forma y su tamaño descomunal. Veintidós centímetros de pollón que al rato ya estaba venerando intentando tragárselo entero, sepultándolo en sus babas, magreándolo con ambas manos, orgulloso de estar ante semejante pollote.
Pocos tios lograron sacarle la saliva a borbotones como lo hizo ese. Tenía tanta hambre de ese rabo y estaba tan rico que no podía parar. A cambio se llevó una buena paliza en la mejilla derecha, por malote, con unos sonoros pollazos chocando contra su guapísima jeta. Esa polla en forma de palanca, recta hasta los dos primeros tercios pero haciendo una ligera U en la base, le estaba volviendo loco y le estaba sacando unas arcadas impresionantes. Supo que no podría besarle los huevos con la pija dentro, pero lo intentó.
El sabor y el olor a polla inundaban todos sus morros. Los tenía mojaditos y también los alrededores, el bigote y la barba. Y cuanto más llegaba a sus napias el olor a polla mojada, más hambre le entraba. Se quedó desnudito, se quitó los calzones y se hizo una paja mientras comía obedientemente. Le comió los huevetes, se la lamió de abajo a arriba y se la dejó tan sudada que no iba a hacerle falta condón para follarle el culo.
Igual de experto besando, Cherr demostró que era el campeón comiendo culos. Su lengua experta y sus gruesos labios conseguían abrir hasta los agujeritos más cerrados. Al ver el perfecto y bonito trasero de Oskar, no pudo evitar hundir los morros y dejarle tan empapado como él le había dejado antes la verga. Fue un placer relamer cada centímetro de esas nalgas redonditas y duras, tan bien formadas, y fue un paso más allá del deber, pasando la polla de Oskar entre sus piernas, succionándole los huevazos y comiéndole la pija, haciéndole una triple comida, dejándole los bajos rellenos de nutritivas babas.
No había nada que a Oskar le pusiera tan caliente como tener una polla enorme y caliente sobre su cara. Cherr se sentó encima de ella y le plantó la sota de bastos encima, rebozándola por su boquita, por su nariz, por su frente. Elevó el culete, se abrió de piernas y Cherr se hizo hueco entre ellas para colar por primera vez su enorme polla dentro de él.
Dio gracias de haberla ensalivado tanto, porque si no sí que le hubiera dolido de verdad. Entró perfecta, desnuda, dentro de su esfínter, provocándole un gozo irresistible. Cherr se abalanzó sobre su cuerpo y empezó a trincárselo. Oskar se puso cachondísimo teniendo a ese tiarrón encima poseyendo su cuerpo, con el muy cabrón colándosela hasta el fondo y quedándose un ratito que pareció eterno con el rabo dentro de su culo y los huevos estampados enla raja.
De tanta saliva que le había puesto encima, la polla se salió unas cuantas veces, pero incluso eso lo agradeció, ya que sentir el roce de ese pollón enrome, duro y caliente rozando sus nalgas le excitaron aún más. En una follada todo contaba. Cherr le elevó un poco más la espalda y le perforó el ojete desde arriba. Se la sacaba y la metía entera y al sacarla se quedaba un rato mirando cómo el agujerito se cerraba intentando recuperar su tamaño original, pero él no le dejaba recuperarse del todo y se la echufaba de nuevo.
Ahora le tocó a Cherr disfrutar del cuerpazo de su compañero de cama, de su cara guapa, de su torso fibrado y algo peludito, del bombeo que le estaba metiendo a su polla con esas turgentes y apasionadas nalgas, del roce de su polla de dieciocho rozando su abdómen.
Rendido, después de cabalgarle la polla cara a cara y dándole la espalda, Oskar cayó de lado sobre el sofá y Cherr se lo siguió follando de lado tomando el control de nuevo. Oskar se había dejado puestos los calcetos y las zapas y eso le daba su morbo. Le penetró a fondo haciéndole un buen agujero en el culo hasta hacerle dejar los ojos en blanco del gusto infinito que estaba sintiendo.
Se miraron cara a cara, a los ojos, más unidos que nunca y Cherr volvió a lamerle los morretes con su lengua experta. Fue ese el empujón que Oskar necesitó para dejarse vencer. Tiró de paja y se corrió encima. Cherr usó la lefa que se le había quedado en el puño para plantarla encima de su rabo y seguir follándoselo.
Ninguna cara guapa debe quedarse sin su buena dósis de leche. Eso es lo que Cherr debió pensar, así que se puso de pie e invitó a Oskar a poner la jeta. Se la peló encima de él y le soltó una lluvia de esperma disparando chorrazos sin orden ni concierto, bien espesitos. Mejillas, pelos del bigote y de la barba, cejas, orificios nasales. Se lo cubrió todo con su digna leche. Oskar se comió ese pepito de nata. La lefa le salía por la boca y caía en colgajos sobre su torso.