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Wesley Nike se folla el culazo de Marcelo Wiliam a pelo entre los troncos y le baña los morretes y la boquita con lefa | Fucker Mate

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Estaban en el entorno ideal para dejarse llevar por las fantasías. El agua del lago ideando pequeñas olas, el sonido del viento meciendo las copas de los árboles del bosque. No era el lago azul, pero casi, porque estaban a punto de quedarse desnuditos y no eran chico y chica, sino que allí había un buen par de rabos. A Marcelo Wiliam le recorrió un placer indescriptible por todo el cuerpo al sentir la mano grande y fuerte de dedos largos de Wesley Nike abriéndose camino por la parte trasera de sus calzones blancos para apoderarse de su culo.

Por delante estaban tan pegados el uno al otro que pudo sentir toda su polla caliente creciendo hacia su cadera izquierda. Se la tocó por encima de los calzones, impresionado por el tamaño de algunas pingas, como si todavía no estuviera acostumbrado a las hermosas pijas de su amado país, sin duda uno de los que tiene hombres mejor dotados y más nalgones, como él.

Si Wesley se daba a sí mismo el derecho para tocar culo, él se lo había ganado para tocar polla. Metió la mano por debajo y se la sacó todavía morcillona pero larguísima. Antes de agacharse, ya estaba inclinado, metiendo ese rabo todavía blandito dentro de su boca. Que un pollón creciera poco a poco dentro de ella le daba mucho morbo, el mismo que ver a un tio con los gayumbos por los muslos y la huevera por encima de la goma.

Marcelo era de los que le gustaba mamar quedándose atrapado en la parte blandita y suave del glande. Wesley le enseñço que su tronco también era una delicia. Le hizo soltar su polla, la cogió el mismo, le puso una mano por detrás de la cabeza y le enseñó a tragar rabo presionando la entrada de su garganta. A pesar de eso, iba a mordiscos el cabrón y volvía a quedarse mamando del cipote com si fuera un biberón, pero qué bien lo hacía. Ayudaba también a conservar la empalmada el hecho de verlo con el torso desnudo, porque era guapísimo y estaba bien buenorro, fuertecito y con esos pelitos de machote de pelo en pecho.

Apenas pasaron un par de minutos, tras devorar media polla porque la otra mitad no le cabía, Marcelo se la sacó de la boca y miró ese rabo tieso que tenía delante, largo y descomunal, un pollón de veintidós centímetros en toda regla. Siguió chupando, llenándose la boca, todavía reticente a dejar pasar ese rabo por el fondo de su garganta pero intentándolo, asustado y retrocediendo cuando lo hacía y le sobrevenía una arcada. Era cuestión de tiempo.

Tardó poco en acostumbrarse aunque fuera un poquito. Mojó la punta de la polla con mucha saliva, plantó los labios encima y se metió el rabo hasta que el cipote le tocó la campanilla, entonces prendió un poco más de trozo de polla boqueando, adelantando los labios hacia adelante y la dejó un rato ahí dentro para acostumbrarse. A Wesley le gustó tanto penetrar ese lugar tan apretadito que se vino arriba y empezó a follarle la boca.

El sol del amanecer hizo acto de presencia e iluminó la parte baja del cuerpo de Wesley. Su enorme polla morena y sus huevos relucieron con más fuerza. Wesley atrapó sus pelotas formando un anillo con sus dedos y le dijo a Marcelo que se las comiera. Eran demasiado grandes como para hacerlo, pero le dio un buen repasito con la lengua y los morros dejándolos igual de mojados que la verga.

Había un árbol grande y fuerte en la margen del riachuelo. Hasta allí, hasta ese lugar con vistas tan agradables se llevó Wesley a Marcelo. Le hizo apoyarse en el tronco, se agachó, le bajó los calzones y empezó a meterle la lengua por el ojete. Qué caliente lo tenía y qué culazo. Lo sobó con sus manos con lujuria, deseándolo. Marcelo intentó conservar las fuerzas de sus piernas para que no le flaquearan, pero no pudo reprimir unos gemidos apagados.

Lo siguiente que notó fue algo grande, enorme, duro y caliente rebozándose entre sus turgentes nalgas, intentando penetrarle. La gigantesca y enorme polla de Wesley le penetró sin condón y tuvo que apoyarse más de la cuenta en el tronco que tenía delante. Le dolía, no podía parar de gemir, de asustarse igual que cuando el pito traspasaba su garganta al mamarlo, pero a la vez quería recibir más, tenerlo dentro de él a toda costa. Sensaciones encontradas.

Se quitaron los calzones y se quedaron desnudos por completo. Marcelo se quedó con ellos en la mano. El olorcito a rabo y huevera que desprendían le puso más cachondo todavía. Terminó tirándolos al suelo al recibir un señor pollazo que le dejó casi sin poder razonar. Wesley pasó hasta el fondo, hasta la cocina, plantándole una y otra vez los huevos en la raja, inundándole el agujero de culo con sus veintidós centímetros de cigala.

Por fin Marcelo cayó en la cuenta de que estaban en plena naturaleza, de que allí los animales no reprimían sus impulsos, así que dejó de gemir de forma controlada para dejarse llevar y gritar si era necesario, gritar a los cuantro vientos que le encantaban las pollas, que le gustaba que le follaran el culo, que nada era comparable a un macho disfrutando de tu cuerpo.

Del tronco fueron a una parcelita que se habían hecho, con algunos troncos finos en horizontal para sentarse y apoyarse, ideal para que Marcelo se inclinase y dejara las piernas abiertas. Durante el camino, Wes dejó que Marcelo fuera delante. Le flipaba su culo, ver cómo se movían sus cachas mientras iba andando. Le palmeó un par de veces agradado por las vistas. La polla de Wes larga y colgando toda dura, meciéndose al andar, también era digno de ver.

Wes plantó un pie en el mismo tronco en el que Marcelo estaba apoyado y se lo folló por detrás. La forma en la que ese bosque había crecido daba para fantasear y pensar en muchas posturas. Marcelo se subió con los dos pies al tronco, dejando los pies muy juntitos, de tal forma que sus nalgas quedaban casi pegadas a sus talones y la raja del culo completamente abierta. Se apoyó en el tronco que tenía delante y Wes le metió la polla gozándose su culazo.

De lado las vistas eran espectaculares, porque Marcelo también tenía un buen rabo y daba gusto ver cómo se le mecía hacia adelante y hacia atrás colgando entre sus piernas, un badajo gordo, largo y morcillón a la altura del tobillo, campaneando a sus anchas. Terminaron de rodillas en la arena, rezando de puto vicio. Wes estaba a punto de soltarlo todo. Fue Marcelo el que le paró, se sentó en la arena justo cuando Wesley no pudo contener más su vitaminada polla.

La leche empezó a brotar de su enorme rabo. Chorretes blancos que caían por su propio peso sobre los muslos de Marcelo, que se acercó con la boca para recibir unos cuantos. La barbita blanca, los morros mojados de esperma. Cuando Wesley le soltaba un meco en la boca, Marcelo lo escupia y mientras lo hacía recibía otro. Al entreabrir la boquita, la lefa se quedaba pegada entre su labio superior e inferiro y sus dientes. Desde abajo, con los morros bien sucios, Marcelo lanzó una media sonrisa y una mirada a Wesley.

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