Durante la mayor parte del entrenamiento en el gym, entre serie y serie de ejercicios, Raphael Louis se había encargado de contar a su coleguita de pesas que esa noche iba a mojar por fin con su chica. Benjamin Blue le seguía el rollo, escondiendo, como suponía que hacían algunos como él de los que estaban allí, que lo que le molaban eran los rabos.
Le había dado tanto la vara que, cuando se sentaron exhaustos en el banco de los vestuarios, no pudo evitar echarle una miradita lasciva con sus ojazos azules. Imaginó su cuerpo desnudo, desprovisto de aquella camiseta sin mangas ajustada que marcaba sus pectorales y su trabajado six-pack. Imaginó esos abdominales a tope zumbándose a su chavala.
“Ay, qué bueno estás, si yo te contara lo que quiero hacer contigo“, pensó. Suspiró y le pidió a Raphael que le dejara la botella de agua, pero para echársela por encima y quitarse ese calentón mental. Mira que intentó apartar esas ideas de su pensamiento, pero al echar otra miradita a la entrepierna de Raphael, vio que tenía la chorra colgando y apretada contra el muslo, bien larga. La sesión de deporte se la había dejado amorcillada.
No pensó lo que hacía, simplemente se dejó llevar y colocó una mano sobre el muslo desnudo de Raphael. Al sentir el contacto de esa mano cálida y amiga, entre sorprendido y agradecido, Raphael abrió un poco las piernas, miró la cara guapa de vicio de Benjamin, con esos ojos azules que enamoraban y su polla hizo un recorrido de lado a lado bajo sus pantalones cortos, pasando de morcilla a burrito en cero coma. Se le había puesto completamente dura.
Benjamin le masajeó el rabo por encima, suavemente, sintiendo todo el calor y la potencia que desprendía. Cuando fue correspondido y Raphael se dedicó a toquetearle los pezones, porque suponía que eso era lo que les gustaba a todos los chicos gay, Benjamin metió la mano por debajo, se la sacó, la enderezó y miró con lujuria ese palo duro.
En un par de pajotazos, la raja del cipote de Raphael empezó a lubricarse de precum. Cachondo, Benjamin plantó el dedo encima y lo separó, descubriendo una hilera fina y pegajosa de semen que unía su dedo al capullo. Llevó el dedo a su boca y lo saboreó mirando con deseo a Raphael. “Oh, Dios“, pensó Raphael. Eso no se lo había hecho nunca ninguna tia y le estaba gustando ese jueguecito entre colegas, así que apretó su propio cipote con el pulgar y lo llevó a la boca de Benjamin para darle de comer.
Se quedó embelesado con su mirada, con el calor de sus labios apretando el pulgar de su mano, comiéndoselo todo. Se acercó y lo besó. La lengua de Benjamin se unió con la suya. Por primera vez Raphael saboreó su propia lefa. Benjamin miró alrededor. No venía nadie. Se arrodilló entre las piernas de Raphael y le comió toda la polla. El cabrón la tenía durísima, a punto de reventar, muy gorda y tan larga que la naturaleza le había dado forma de banana ligeramente doblada.
Cómodo, sabiendo que estaban entre chicos y que sólo se estaban dando placer entre amigos, Raphael hizo levantarse a Benjamin, le sacó el rabo por los pantalones y le devolvió la mamada. Le gustó tener una polla en la boca, aunque le resultó raro tener las manos de otro tio agarrándole por la cabeza mientras mamaba. No, aquello no iba de masturbarse o chupársela entre colegas. Era algo más.
Benjamin se lo dejó claro cuando se desnudó, se subió al banco abriéndose de piernas y se puso mirando hacia la pared. Quería ser follado. Raphael sonrió, pensando al principio que estaba de coña, pero su cara demudó en una mueca de sorpresa cuando Benjamin se bajó del banco y contoneó su precioso culito blanco, redondito y suave. Quería polla.
Sin quitarse los pantalones cortos, todavía con la verga sacada por el lateral, bien dura como una roca, Raphael la acercó a la raja del culo y, sin saber muy bien dónde estaba el agujero de entrada, porque estaba acostumbrado a meterla en chochitos, empujó y notó cómo su rabo se hundía en un agujero caliente y apretado provocándole un placer desmedido que casi hizo que se corriera de gusto.
Controló como él sabía hacerlo. Dio la vuelta a Benjamin y se lo folló casi en volandas. Tampoco estaba acostumbrado a meterla y ver la cara de un tio mirándole, o su polla dura y larga dando saltos y contoneándose cada vez que él la metía con fuerza. Sí, Benjamin la tenía muy dura, muy larga. Raphael no era mucho de comparar pijas, pero hubiera dicho que la tenía tan grande o más que la suya.
Raphael empezó a quemar carburante y pronto no le quedó más. Ver ese culazo redondito rebotando en sus caderas, pinchado en su enorme polla, le estaba volviendo loco. Era como meterla en una almohada de lujo hecha a medida para la ocasión. Fue cuando Benjamin echó la vista hacia atrás y le miró a los ojos fijamente cuando se derritió. Sacó el rabo del culo y le metió una potente ducha de lefazos regándole toda la espalda y el trasero. Hasta Raphael se sorprendió. Ni con su chica le había salido jamás tanta leche. Sin decir nada, se fueron a las duchas y al salir Raphael se montó en el coche todo rayado, pensando en cómo se definiría a sí mismo sexualmente después de aquello.