Con menudo compañero de casa había ido a topar Rhys Jagger. Ariel Vanean se pasaba casi todo el tiempo pensando en el sexo y no solo eso, porque además estaba tan bueno que rara era la vez que no se presentaban allí varios tios y se los terminaba follando. Esta vez se había encaprichado de un chavalín y no paraba de mostrarle su imágen en el móvil a la vez que le enseñaba lo durísima que se la había puesto.
Rhys ya le había visto la verga a Ariel demasiadas veces, casi siempre dura. Tenía un buen pollón, pero cuando se ponía cansino, solía hacerle caso a ver si por fin le dejaba hacer el trabajo que tenía pendiente en el portátil. Por suerte apareció Derek Caravaggio, otro que tal baila, que sin ningún tipo de pudor dijo que necesitaba que uno de ellos dos le diera rabo. Rhys miró a Ariel, que enseguida se levantó y se ofreció a complacer al chaval, intentando en vano esconder la trempera estirandola parte baja de la camiseta por debajo de la tienda de campaña que llevaba encima montada.
Les vio alejarse en direción al porche, sonriendo y pensando hasta qué punto todos los tios de esa casa se habían desinhibido tanto.
Ya en el porche, Ariel y Derek se dieron el lote, desnudándose poco a poco a la vez que frotaban sus sables, todavía escondidos bajo las bermudas. Ariel tumbó al yogurín, fue bajando por su torso amándole a besos y le comió toda la chorra. Después se acercó a la cara de Derek y le puso a comer rabo. Derek amaba chupar lentamente esa polla larga y dura, alzar la mirada y encontrarse con los ojos y la cara guapa de Ariel. Sabía que él no era hombre de un solo chico y que nunca lograría entrar en su corazón, pero lo que siempre tendría, al menos mientras vivieran bajo el mismo techo, sería una polla siempre complaciente y dispuesta a meterse dentro de él.
Entre él y Rhys, le habían enseñado todo lo que sabía acerca del sexo. De ser un pajillero que se corría a las primeras de cambio, había pasado a ser todo un pasivazo que aguantaba las mejores embestidas, que sabía comer pollas como nadie y que había aprendido a darle a la imaginación en la cama. Le había costado encontrar el punto débil a Ariel, pero ahora que sabía de su ubicación, le tenía rendido a sus pies.
Su punto débil estaba en su polla, cuando la palmeaba sobre su lengua y la movía rápidamente apretándola fuerte contra el frenillo. Entonces Ariel se volvía loco, jadeaba, pon´`ia los ojos en blanco y eso hacía que muchas veces Derek probase su precum.
Cuando le comía el culo, a Derek le gustaba hacerse un ovillo para ver de cerca la cara de Ariel dándose el festín. Imaginó que el mismo placer sentiría una tia mirando como un tio cachas y guapo le comía el coño. Era realmente excitante quedarse mirando a un hombre que te gustaba cmiéndotelo todo, casi tanto o más que chupar una polla o follar.
Ariel tomó asiento, inclinó la polla hacia arriba y Derek supo enseguida lo que tenía que hacer. Dio la espalda a Ariel, fue haciendo una sentadilla hasta toparse con el cipote y esperó a que Ariel empujara y le penetrara sin condón. Una vez tuvo la verga dentro del culo, comenzó a dar pequeños saltitos pajeándola con sus nalgas.
No le dio totalmente la espalda. Prefería mirar hacia un lado y seguir teniendo contacto visual, observando también el musculoso cuerpo de Ariel, todavía más marcado cuando estaba en plena acción. Tras eso, Derek se puso a cuatro patas y Ariel se acercó por detrás para darle por culo, un culo ahora algo peludete, porque a Derek hacía ya unos meses que le estaba naciendo vello por muchas partes de su cuerpo, que estaba empezando a despertar como hombre.
Prefería que Ariel dejara la penetración dejándole con las piernas abiertas bocarriba para el final, porque la verdad era que Derek nunca se acostumbraba a tener a un tio tan guapo encima follándoselo con esa carita y esas ganas. Daba igual el momento, daban igual las veces que se hubiera corrido antes, tenerle encima agujereándole siempre terminaba en fuegos artificiales.
Derek se peló la polla, se puso rojo como un tomate y su polla estalló en una buena lefada que le embadurnó todo el puño, con todo el pringue cayendo deliciosamente por su ombligo y su barriguita. Era una leche tan blanca y tan pura, que Ariel bajó a comerle el rabo saboreando los últimos mecos.
Con el sabor de la lechecita en la boca, recobró fuerzas para seguir penetrándole. Se lo folló hasta que no aguantó más. Sacó el pito tieso de su culo, lo empalmó con la punta del cipote mirando directamente al ojete y le metió un buen disparo de semen. Aprovechó el agujero mojadito para rozarle los bordes con su polla como un cincel y le metió el grueso del capullo dentro.
Derek aprovechó esos intantes de intimidad para besarle. Le hubiera gustado que fuera su novio, que sólo tuviera ojos para él, pero sabía que en un cuarto de hora, Ariel estaría pensando en el chico ese del móvil, ideando la forma de quedar con él y follárselo. Pensar que le haría las mismas cosas que a él hacía que Derek se apenase un poco. Por eso aprovechaba tanto esos momentos y siempre estaba buscándole por la casa requiriendo su pedacito de amor.