Se sintió muy muy cerdo al hacerlo, pero después de unos segundos y tras unos besitos, Chucho Martin se decidió a atacar a la pedazo anaconda de Eduardo Picasso. Normalmente uno se come una polla sintiendo la raja del cipote en la lengua, pero aquella polla descomunal no era una cualquiera y había que dibujar otra estrategia.
Con un capullo de las dimensiones de una boca entera, Chucho lo hizo desde atrás, sintiendo todo lol gordo del cipote en la lengua y la raja en el paladar. El cabezón y unos cuantos centímetros bastaron para rellenarle el hueco entero. Con una de estas, sabiendo que no te la ibas a poder merendar entera, no cabía otra posibilidad que zorrear y mimarla. Nada que unos buenos labios, una buena lengua y una cara guapísima no pudieran conseguir.
Tras la primera toma de contacto, adoptó su postura preferida, la de un sabueso a cuatro patas, y se puso a disfrutar del palote. Si tienes perro ya sabes lo que cuesta quitarle a veces su juguete preferido de la boca, pues con este sucede lo mismo. Un pollón demasiado goloso como para soltarlo, no vaya a ser que salte el vecino por la valla de al lado y te lo quite.
El chaval mamaba de puta madre, su rabo quedaba espectacular siempre mirado desde su perspectiva en primera persona, pero lo que a Edu se la estaba poniendo más dura que nunca era ver su rabaco manoseado y comido por un tio tan varonil con esa cara de machote.
Sentir el cipote calentito raspándole la barba, la mano que al cerrarla en el contorno de la polla no se llegaba a cerrar del todo, la sensación de estar comiéndole el rabo a un caballo. Todo era vicio puro. Siguió a cuatro patas, pero esta vez dando un giro de 180 grados, enfrentándose a la bestia dándole la espalda. O casi, porque miró hacia atrás unos instantes pidiendo clemencia.
No la tuvo. Ya tenía todo el pepinaco dentro perforándole el ojete, literal. De aquellos 30 descomunales centímetros, su agujero de atrás consiguió tragar más que su boca, por los menos unos veinte, pero los otros diez seguían siendo un reto. No se podía negar que el tio tenía culazo hecho para tragarse lo más grande y además el contraste del morenito del cuerpo del verano y la línea divisoria que comenzaba a marcar el blanco del culazo, era perfecto para inflárselo con más ganas.
Posiblemente cuando hubieran terminado, Chucho entrase en la fase de nostalgia de rabo, pero de momento pensaba disfrutarlo a tope, tanto que, a pesar de dolor y placer que le provocaba a partes iguales, se tumbó a cuerpo de rey como el que está tomando el sol tranquilamente, solo que con las piernas abiertas de par en par dejando que el amigo se beneficiase su trasero.
La prueba de fuego vino al sentarse encima. Como todo un campeón, tiró millas. No había tenido una sensación de empalada tan grande como aquella vez, sintió como si ese pito le fuera a salir por la boca de un momento a otro atravesándole todo el cuerpo, era alucinante. Casi sin darse cuenta, hizo tope, había conseguido tragársela entera.
Edu aprovechó el momento y contuvo la rabia de sus cojones. Pocas veces tenía un culazo capaz de tragarse su chorra enterita. Se lo iba a petar hasta no poder más. Ese culo era como un regalo caído del cielo, estaba buenísimo y hacía magia con las pollas.
Chucho se arreó una paja rapidita con todo eso perforándole el agujero. El placer de la corrida fue inmenso y se reflejaba en su cara de felicidad absoluta. Edu le sacó el rabo del interior y se puso a pajearse encima de su cuerpo. Joder, la tenía enorme, del tamaño de la mitad de su torso. Con razón algunos decían que había quien te tocaba el corazoncito. Con ese tamaño de rabo, si te la mete entera, pues casi.
Le soltó todos los mecos blanquitos encima y tuvo el lujo de ver esa polla corrida colgando morcillona. Por supuesto no se pudo resistir a cogerla con la mano, era lo que tenía ser un vicioso, no fuera que el vecino…
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