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[Fucker Mate] Diego Summers se folla a pelo a Gustavo Rodriguez con su pollaza enorme y gorda

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Qué atrevido! Aquel chico apareció de la nada, se puso de pie delante de él en medio de la calle e invadió su espacio vital. Cuando quiso darse cuenta, Gustavo Rodriguez le estaba rozando el paquete con el antebrazo y a los pocos segundos ya tenía los morros de aquel desconocido besando los suyos. Quizá para él todo iba demasiado rápido, pero lo hubiera comprendido mejor de haber sabido que a Diego Summers le volvían loco los brasileños.

La sonrisa y la incipiente montaña que se le estaba formando entre las piernas, fueron motivo más que suficiente para que Gustavo se decidiera a ir con él a echar un polvo furtivo. Diego se lo llevó a su cuarto y le enseñó de qué está hecho un hombre. Sentado, incluso los grandes muslos musculosos no podían ocultar lo que tenía en sus partes y Gustavo se lanzó a por ello directo con la boca abierta llenándosela por completo. Un pedazo tronco gordo y grande como no había visto en su vida.

El pollón apuntaba al techo como si lo apuntalase, de hecho se podía estar cayendo el mismísimo techo y el rabo hubiera servido perfectamente de pilar, porque estaba más duro imposible. Gustavo se lo chupaba y cuando salía de su boca, la polla recuperaba su posición inicial de empalmada, pero nada de ir rebotando y tardar un rato en coger la forma, un instante tardaba en quedarse tiesa y dura como una roca. El chavalín brasileño se veía obligado a torcerla hacia su boca con un ligero toque de dedo, pero la muy puta otra vez que salía disparada hacia el frente cuando la dejaba suelta.

Que a Diego le gustaban demasiado los brasileños, no sólo lo demostraba la dureza de su rabo, sino también los gestos de su cara gozando de la mamada y los pezones que se le estaban poniendo de punta. Así que si quería gozar de un culazo hecho en Brasil, tenía que parar aquello como fuera antes de dejarle al chavalín la boca decorada de blaco. Que no estaba para parar ahora corriéndose y perder un cuarto de hora en recuperar la firmeza de nuevo.

Lo dejó a cuatro patas sobre su cama y Gustavo pudo disfrutar de otra de las cualidades de Diego, de la dulzura de sus labios gruesos posándose en todo su ojete. Lo hacía tan bien que al chaval ya se le estaba marcando el agujerito y la saliva le comenzaba a resbalar por la base de los cojones en dirección a las sábanas, además que cada vez que le metía un morreo en el culo, no podía evitar que se le pusiera cada vez más dura por debajo.

Que un tio bese bien es garantía casi segura de que te comerá el culo y te chupará la polla igual de bien, porque el arte con la lengua se lleva en la sangre. Gimiendo que le tenía con la boca pegada a las sábanas de la cama, empalmado y el culo firme en pompa con una dilatación de un par de centímetros por lo menos así a simple vista. Todo eso con unos lametones y un buen beso por detrás. Diego sabía que o se lo trabajaba bien o no tenía nada que hacer con la cacho polla que se gastaba y que necesitaba suficiente hueco para entrar.

Cuando Gustavo vio que Diego se ponía en pie y se agarraba el trabuco gigante, se le hizo la boca agua y también separó más de lo normal las piernas por instinto. Como cuando te llevas la cuchara a la boca y la abres por inercia para comer, pues igual. El tio ni se puso condón, allá que se la metió a pelo encajando el cipote bien gordo, soltó un escupitajo desde arriba para lubricársela y se la enchufó dentro del culazo.

Gustavo sabía que tenía buen culo, pero no pensaba que tan bueno como para tragarse semejante pollón a las primeras de cambio. Eso sí, entraba demasiado gustito y resbalaba despacio, señal de que se lo estaba rellenando a tope.

Apenas le costó un ratito acostumbrar su polla a aquel agujero, para poder disfrutar de lo que a él tanto le molaba, un par de nalgas brasileñas bailando a su son. Le gustaba mirar su polla gorda entre los dos cachetes, meter un buen zambombazo con las caderas y ver después el culito rebotando como un flan. Aun entrando a duras penas y bien encajada, le metió ritmo a la follada y el chapoteo no tardó en escucharse por toda la habitación.

Ahora era a Gustavo al que le tocaba bailar, ensartándose encima de la polla de Diego que estaba tumbado. Se la metió hasta los mismísimo huevos y una vez sentado le pegó un pajote y un buen meneo con el culazo. Diego necesitaba más roce y se lo folló como una taladradora cuelando desde abajo, después le hizo darse media vuelta para volver a admirar su culo penetrado, mientras sentía en los muslos otra danza, la de la polla de Gustavo rozándole una piena cada vez que bajaba y subía, y es que el chaval estaba muy bien dotado también como buen brasileño.

Los dos abiertos de piernas encima de la cama, por detrás las vistas eran estupendas. Las pelotas de Diego quedaron al descubierto y eran asombrosamente grandes, desproporcionadas. Porque no le colgaban, que las tenía duritas, que si no aquello hubiera sido una locura, un batir de huevos. Precisamente porque no le colgaban, se podía percibir el retroceso de los cojones cuando se la metía hasta el fondo.

A Gustavo le encantó dejarse hacer por aquella máquina sexual. Cuando se le tumbó encima mientras le seguía follando como un conejo, le echó las manos por detrás colocándolas encima de su culo, notando lo duro que se le ponía el trasero cada vez que empujaba la polla hacia su interior. Una bestia parda. Eso fue antes de que le atravesara con la polla en una trayectoria imposible, metiéndosela en dirección contraria. Con una polla blandita ya era una locura, así que con una tan dura, que no cedía ni un poco, el roce contra la próstata le puso cachondo perdido.

El gusto de Diego por los culos brasileños lo llevaba hasta el límite. Le encantaba hacerse una paja mirando uno, por eso hizo a Gustavo ponerse encima de él enseñándoselo. Como un buen macho, no gimió, gritó mientras se corría y se deslechaba la polla. Gustavo se unió a la fiesta y depositó su leche encima de la de él, dejando algunos chorrazos de lefa encima de los cojones moteados de Diego, rebañanado la mezcla de leche con uno de los dedos, llevándolo hasta su boca y compartiendo juntos el saborcito de sus pelotas.

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