Los negocios turbios, o deberíamos decir brillantes porque los diamantes de turbio tienen poco, no se dan cita en medio de la ciudad, sino a las afueras, lejos de miradas sospechosas, de las sirenas de la policía y del bullicio. Los negocios se fraguan en lugares inhóspitos, en cunetas de carretera, en descampados, en furgonetas destartaladas de mala muerte que jamás harían pensar que tras sus puertas se ocultan millones en recompensas.
Hector de Silva tiene la tapadera perfecta con su vieja furgo, aunque le gusta ir de traje para imponerse a sus traficantes de diamantes y hacer que al menos se asusten un poco. No es sólo el aspecto externo, bien lo descubre Robbie Rojo cuando intenta hacer el trueque y huir con el dinero, que ese tio no sólo tiene pinta de ir de duro, sino que además de ser duro y tirarlo al suelo, la tiene muy dura. Porque sí, después de darle caza, se sienta sobre su torso dejando la cabeza entre sus piernas, se saca la polla larga y enorme de la bragueta y le da de comer.
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Hector tira de él hacia arriba, haciendo que el rabo cada vez le entre más a fondo por la boca y que le aplaste los huevos entre la barbilla y los pantalones. La comilona le deja to ciego, convirtiéndole en la puta marioneta de ese titiritero de traficantes de joyas. El que falla la paga y Robbie termina con el ojete follado, besando la arena del descampado y asistiendo a una lluvia de semen sobre su cara y su pecho.
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