Durante varios meses siempre habían respetado las reglas que como compañeros de piso se pusieron el uno al otro. No entrar en la habitación cuando la puerta estuviera cerrada para preservar la intimidad por si se llevaban a alguien a follar a casa o les apetecía hacerse una paja, nada de invitados sorpresa durmiendo en el sofá del salón, en época de estudios nada de música a partir de las diez de la noche, nada de fiestas estando los dos en casa y una muy importante que puso Dominic Arrow, que era un poco tímido, nada de pasar el baño con el otro dentro si era para echar una meada o ducharse.
Pero es que aquel día Carlos Leao se estaba meando vivo, Dominic se estaba afeitando y necesitaba entrar de cualquier forma. El pobre llamó insistentemente a la puerta y a la segunda y por causa mayor, rompieron una de las reglas de oro y le dejó pasar. Carlos pasó por detrás de Dominic como una flecha directo al retrete sacándose la picha y casi echando la meada fuera de las ganas que tenía.
Con tanta norma, nunca se habían visto desnudos y por primera vez Dominic se tomó su tiempo para mirar el cuerpazo de su compañero y las curvas de su culito sobre los gayumbos blancos. Lo que sí que provocó que se le hiciese la boca agua fue verle el rabo. Joder, larguísimo, morenote y gordo. Observó con gusto la forma de Carlos de cogerse la picha para mear, como el que coge un cigarró, sosteniendo levemente el cipote entre los dedos índice y corazón y sin parar de soltar el chorro.
Para corazón el de Dominic que lo tenía a más de cien por hora y sin darse cuenta había trempado además de no ser consciente de que estaba mirando a su compi de piso con mucho descaro. Y el otro que se levantaba de buen amanecer con ganas de follarse todo agujero que pillase, se dio cuenta, dejó libre su rabo de manos y dejó que se lo observase más mientras vertía las últimas gotas. Esa era una suerte que le venía sola cada vez que entraba en un baño, que siempre salía con un plan entre las piernas.
Dominic hincó las rodillas en el felpudo y le comió toda la generosa polla gorda hasta atragantarse. La raja del capullo resbalando por su lengua le dejó la pose saladita de algunas gotas de meada que se unieron al sabor natural de la piel de aquel rabo. Le supo a gloria la mezcla y el tio no podía dejar de chupar. Era enorme pero tenía la garganta profunda para acapararla toda entera, o casi toda, que apenas se quedó a dos centímetros de tragarla a tope, casi al punto de ponerse los huevos de babero.
Unos huevos preciosos que, sin colgarle mucho, los muy cabrones se meneaban consistentes como el flan con las mamaditas. La mano calentita y grande de Carlos rozándole el cuello y la cabeza le animaron a seguir comiendo rabo. Un buen salivazo llovió desde arriba como aderezo para que se la chupase mejor y Carlos se puso cómodo sentándose sobre la cesta de ropa sucia, haciendo que Dominic fuese a cuatro patas como un perro a por su polla.
Ya que rompían las normas, pues a romperlas del todo. Dominic perdió la vergüenza, se metió tras la mampara y se pegó una ducha con su compañero mirando. La imagen de Carlos con el rabo gigante, pajeándose mientras él se iba despojando de la única prenda que le quedaba, le abrió el culo por completo. Dominic acabó la ducha, volvió a ponerse los calzones ahora mojados ajustaditos sobre su trasero, lo sacó de la ducha y lo puso en pompa.
Notó el aliento de Carlos inundándole el ojete justo después de sentir sus manazas desgarrando la tela para descubrirle el agujero. No tuvo que trabajarse mucho el culito. La visión de su polla ya había hecho casi todo el trabajo y apenas tuvo que encharcarle la raja con un par de lametones para ponerse en pie y encajarle todo el pollón a pelo.
Exageradamente grande, esas son las palabras que nublaron la mente de Dominic, que estaba empezando a ver el cielo con un pollón tan enorme metido en su agujero. Pocas veces se lo habían completado tan bien. Tenían toda la mañana de sábado para ellos y supo que podría aguantar si quería con el ojete abierto para él todo el rato. De haber tenido ojos en la espalda se habría asustado al ver semejante pollón atravesándole. Culo y polla estaban comenzando a entenderse perfectamente y cada vez resbalaba mejor y más adentro hacia su interior, lubricando de forma natural y seguro que por algo de precum que hacía la vida más fácil.
Si antes la veía desde la mampara, ahora podría ver cumplido su sueño de sentarse encima de ese armatoste. Hizo una sentadilla con cuidado, sintiendo primero el cipote y después dejándose caer para notar la barra partirle el culo. Con lo bien que le había entrado cuando le daba por culo, montar encima de ella ponía las cosas más difíciles. Tardó un rato en bajar del todo, hasta notar los pocos pelillos que el brasileño tenía en el escroto de las pelotas, pero cuando consiguió esa meta, el tio se puso contento y empezó a culear haciéndole un pajote tan rápido que casi le saca la leche en ese instante.
Por fortuna, la pollaza de Carlos aguantó como una campeona, al fin y al cabo estaba acostumbrado a que el tamaño del cimbrel entre sus piernas fuera el centro de atención en sus encuentros sexuales y no había día en que no tuviera unas manos o varias manos y culos dándole placer. Atrapado en el suelo, entre el lavabo y el culo pajeador, Carlos se puso en cuclillas como pudo y pasó de ser montado a dar por culo con habilidad. Demasiada follada para Dominic, que se la sacó del culo y la dejó ahí rebotando solita, pero como una diosa gigante para deleite de la vista.
El felpudo del baño que tantas veces habían pisado por separado, ahora les veía retozar a los dos juntos, Dominic por los suelos posando su espalda encima y Carlos en sentadilla metiéndole la polla. Poco duró la jodida sobre las cerdas calentitas. Igual que antes no pudo coontener la meada, Carlos era un tio de instintos y tampoco pudo contener la corrida. Como pudo se la sacó del culo aguantando las ganas, la acercó pajeándose pegadito a la boca de Dominic y le pegó un lefeo bien rico metiéndole leche por toda la cara, por la nariz y en la boca.
La leche le supo tan bien, que Dominic le pegó un tiento merendándosela enterita recién corrida, tomándose un buen biberón. Se quedó boca arriba con los ojos cerrados, saboreando eso tan rico y sintiendo las manazas de Carlos pringándole toda la cara con su semen. Le vio ir hacia la ducha y le siguió, le puso el culo en pompa, lo abrió todo lo que pudo y dejó que terminase a gusto la meada convirtiendo su ojete en un retrete improvisado. Y después de eso a ducharse juntitos. Habían roto las normas y cruzado la línea.
ENJOY NOW CARLOS LEAO FUCKING DOMINIC ARROW RAW AT FUCKERMATE.COM
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