Hay un momento en la vida de un superhéroe que ya está escrito desde que se enfunda el traje, aquel en el que debe enfrentarse a su más acérrimo enemigo, aunque en ocasiones el enemigo sea tu amigo. Pyro Paul Canon y Iceman Mike de Marko ya jugaban juntos de pequeños. Cuando sus padres aún no habían descubierto los poderes de sus hijos, en la soledad de una habitación Mike se divertía helando cada objeto y despertando la ira pirotécnica de Paul que se desesperaba persiguiéndole y descongelando cada cosa que hacía hielo. A veces su rabia era tal que sin querer quemaba alguna hoja de papel o un lapicero.
Veinte años después lo curioso es que es Mike ahora el que impide que su colega juegue con fuego, apagando las llamas con su hielo. Después de tanto tiempo, los dos saben bien cómo contrarrestar sus poderosas fuerzas naturales, apartados en un lugar donde nadie pueda salir herido por la unión de hielo y fuego. Acostumbrados al inmenso tamaño de sus pollas, se arrodillan por turnos para cazar rabo con la boca como auténticos glotones y Paul mete su grandísima barra caliente dentro del culo congelado de Mike.
El resultado es apoteósico. El fogoso pollón de Paul se alivia con el frío del culo a cada pollazo y a Mike se le derrite el trasero por momentos, gimiendo como una puta al notar que le chorrea el culo con esa barra de vicio clavada por detrás mientras la suya, larguísima y gorda, da campanazos entre sus piernas. El rabo, que le nace de una pelambrera más negra que el carbón dejando ver su lado oculto más macho, rebota una y otra vez en un endiablado zig zag. La tiene tan larga que ni siquiera ese bosque es capaz de ocultar lo grande que es. A Mike le salieron antes que a su archienemigo pelos en los huevos. Montado encima de la polla, Mike se pajea y deja escapar un chorro helado de horchata fresca, antes de arrodillarse ante Paul y recibir un calentito batido de nata líquida sobre los pectorales.