Siempre que pasaba por la barra del BoysBar BCN, Abel Sanztin se quedaba prendadito de Jorge Sainz. Los camareros iban todos desnudos de cintura para arriba y, después de una dura jornada de trabajo, era agradable tener esas buenas vistas esperándote mientras te tomabas una copita. Sí, los camareros tenían por norma no flirtear en horas de trabajo, pero teniendo en cuenta que a ciertas horas ya no había más personal que él en el local, ni clientes, ni jefes que pudieran amonestarlo, Jorge se tomó la libertad de darse el lote con ese chulo.
Lo primero que hicieron fue morrearse, dejando claro que se tenían muchas ganas desde hacía muchísimo tiempo, algo así como si él se hubiera ido a un país lejano y volviera después de unos años. Jorge empezó a desnudar a Abel. Era delgadito. Todo nervioso le quitó el cinturón de los pantalones. El tintineo de la hebilla le puso tan cachondo como inquieto, porque algo levantaba por ahí abajo la pernera del pantalón y no podía creer que la tuviera tan larga como para llegar hasta ahí, casi hasta la rodilla.
Cuando le bajó los pantalones, le vio la minga. No había visto una tan larga en su puta vida. Abel se le quedó mirando mientras se dirigía de espaldas a sentarse en la barra, con todo ese majestuoso y gigantesco pollón dando bandazos entre sus muslos. Abel se puso de pie en la barra y Jorge acudió a mamársela a bocados. Nada más metérsela en la boca, fue consciente de que se estaba comiendo un buen pijote, de los grandes.
El hecho de que no fuera excesivamente gorda, hizo que se animara a tragar más de la cuenta, pero enseguida se dio cuenta de que era tan jodidamente larga que por muchos cabezazos que se obligara a meter, no llegaría nunca a devorarla entera. Miró hacia arriba con el rabo dentro de su boca y se fijó en la carita apuesta de ese chaval, en su pechote peludo con unos buenos pelazos negros, en los delgadito que era y se preguntó una vez más cómo podía tenerla tan grande.
Cuando se la pringó de babas, aprovechó para comerle los huevos y dejar que esa enorme pija se rebozara por encima de su jeta. Sintió el calor del cipote sobre su frente, la dureza del tronco de la polla rebasando su nariz, el ducle y cariñoso contacto de su pollón resbalando por sus mejillas. Jorge se acordó de sus años de Universidad, cuando en las fiestas le ponían en la barra con la cabeza hacia atrás y le obligaban a tragar alcohol. Sintió lo mismo cuando Abel inclinó su polla hacia abajo y le folló a boca. Traga, traga, traga. Podía escuchar las voces de sus compañeros animándole a tragar más.
Abel puso el culo de Jorge en la barra y se lo comió a placer con mucho tiento y amor. Todo suave. Lengua, roce de labios, raspado de bigote y barbita, observando de cerca cómo ese ojete se abría y se cerraba latiendo por él. Tenía la polla tan mojadita y del culo tan preparado, que Jorge le pidió que no usara condón. Abel se subió a la barra, le puso las piernas hacia arriba y le penetró blandiendo su agujero con fuerza, estimulándole el ano con todo ese falo.
En ese bar njo sólo servían buenas bebidas, sino también unos riquísimos culazos. Abel era tan alto que de pie podía plantar la polla en la barra y dictar sentencia. Para no hacer daño a Jorge, había tenido la decencia de follárselo a medio gas, metiéndole la mitad del rabo, pero terminó metiéndosela entera y sacando gemiditos de amor descontrolados de la boca de Jorge.
Se fueron juntitos al sofá del reservado para amarse. Abrazaditos, rodeándole la cabeza con sus brazos, Jorge se sentó sobre las piernas de Abel y se ensartó en su figa. Se la pajeó con el culo con mucho mimo. Se dio la vuelta y dejó que Abel le culeara desde abajo antes de llevárselo a la mesita que había justo al lado para darle el toque de gracia.
El ambiente, las luces, la música chill, ver la cara de Abel, sus abdominales bien marcados, sentir ese enorme pollón atosigándole el ano. Todo sumaba en la paja que Jorge estaba a punto de cascarse. Fue un cúmulo de cosas las que llevaron a Jorge a correrse como una manguera a presión, soltándole unos buenos chorrazos encima.
Abel cogió con el pulgar la lefa que se había dejado en el pecho y la aprovechó como lubricante para metérsela por el culo y follárselo por detrás. Las espaldarazas musculosas de ese cabrón le estaban poniendo cachondo, su gran culazo. Sacó la polla y se corrió en medio de la raja. Se la volvió a colar con todo el semen encima y no dejó de follárselo así hasta que se le rebajó.
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@ fotos por Oscar Mishima