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Johnny Donovan disfruta del culazo de Yannis Paluan metiéndole su larga y gorda tranca sin condón | Bel Ami X Sean Cody

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En una casa tan grande era fácil perderse entre tantas habitaciones, así que la reunión en torno a la mesa para picar algún tentempié se había convertido en el momento ideal para ver el percal. Después de la cena de bienvenida a la villa española, algunos no habían vuelto a verse y otros seguían llegando maleta ne mano dispuestos a vivir la experiencia más caliente que pudieran haber imaginado. Así fue como Johnny Donovan, al que cariñosamente los amigos llamaban Deacon y el jovencito Yannis Paluan, hicieron contacto visual por primera vez.

Fue Deacon el que no le quitó ojo de encima durante toda la comida y los vinistos de buena cosecha lo único que consiguieron fueron ponerle cachondo admirando la belleza de ese chavalín rubiales y musculitos al que quería penetrar con todas sus ganas. Los pantalones que llevaba Deacon no estaban para historias. Cualquier despiste haría que se le empinara y terminara siendo el centro de atención de todos los chicos, que más o menos a esa hora estaban  relajaditos en el tema sexual, pero él estaba como una moto.

Guiñó un ojo a Yannis para irse a un lugar donde nadie pudiera molestarles y se quedaron descubriendo sus cuerpazos en mitad del salón recibidor. Deacon se enamoró de los biceps de ese zagal y Yannis de sus pectorales firmes y masculinos al quitarle la camiseta. También se fijó en que algo se elevaba la parte de su entrepierna y como buen curioso, empujó a Deacon hacia el sofá, tiró hacia abajo de los pantalones y entre esos grandes muslazos descubrió un larguísimo y enorme pollón que le abrió el apetito para el postre.

La mamada transcurrió a trangullones de las ganas que le tenía a ese hermoso rabo y lo mismo por parte de Deacon al ponerle a cuatro patas y desvelar un trasero tan bonito como había imaginado cuando le estaba echando un ojo en la mesa, firme, redondito y suave, perfecto para blandir su espada entre las nalgas y hacerle un hombre.

Antes de meterle el láser lo disfrutó tanto o más como un hetero pudiera haber disfrutado entre dos buenos melotes, colando los morros y dejándose embullir por las sensaciones que le provocaban el abrir un agujerito estrecho con su lengua mientras dos buenas cachas le golpeaban las mejillas y le atrapaban la cara sin remedio. Se levantó. Tenía la polla tan dura y tiesa ya que se vio obligado a inclinarse un poco y a empujar hacia abajo la polla con el pulgar para conducirla hacia el agujero y le metió todo el trabuco sin condón.

Entró mejor de lo que esperaba, ajustadita y se lo empezó a follar. No sólo tenía un buen culo, sino que descubrió que era muy tragón. El gustillo empezó a venirle por oleadas, creándole un montón de leche en los huevos. La comida y el vinito empezaban a hacer efecto y se estaba sumergiendo en un mundo de ensueño donde la lujuria y el descontrol campaban a sus anchas.

Estaba comodísimo penetrando ese culazo, sin ser consciente de que Yannis estaba empalmadísimo también, con su gordísima polla rebotando a causa de sus empotradas por detrás. La pudo ver en todo su esplendor al darle la vuelta y follárselo bocarriba. Primero se la cogió con la mano y le hizo una paja a la vez que se la estaba metiendo. Luego se agachó y le rindió su merecido tributo, metiéndole una buena mamadita, apretando el pollón, subiéndole el pellejo para mordisquearlo con los dientes, relamiéndole el frenillo, rechupeteando su gordísimo cipotón rojizo, intentando colársela hasta el fondo de la garganta soltando alguna que otra arcada por el camino.

Yannis se retorció de gusto infinito en el sofá mirando cómo ese macho guaperas le hacía todo eso entre las piernas. Volvió a lubricarle el ojete con la lengua y se la volvió a meter a fondo. Yannis estaba a punto de correrse, la tenía como una bomba a punto de explotar. Deacon se inclinó hacia él para dejar que se nutriera la vista con su cara y su cuerpazo, con el aliento de sus gemidos y las gotas de sudor que le resbalaban por la frente.

El cabrón aguantó esa puta fantasía y tuvo tiempo para cabalgar de espaldas sobre la montura de Deacon, ensartándose encima de su poderosa y vigorosa verga. Ahora sí volvió a ponerse bocarriba abierto de piernas, disfrutando de las vistas del cuerpazo de Deacon, se dejó llevar y se soltó la paja encima mientras Deacon se lo zumbaba a toda hostia rebañándole el ano con esa polla firme y gruesa.

Deacon aguantó las últimas estocadas dentro de ese culazo, la sacó, se la empezó a pajear con la mano rápidamente y con fuerza y fue buscando la carita de Yannis hasta estamparle encima un chorrazo de lefa que se la dejó pintado de blanco de arriba a abajo, hasta el pelo, goteando leche por la barbilla de tan cargado que iba el tiro inicial. El resto de la leche salió como lava, poco a poco, depositándose sobre sus mejillas, sobre su cuello, sobre sus pectorales. Deacon se estaba retorciendo del puto gusto y había perdido el propio control de su cuerpo. Al abrir los ojos se topó con la mirada del chaval, sonriéndole, con su bonita cara cubierta con su semen.

El gigantesco pollón de Deacon todavía rebotaba soltando las últimas descargas, ahora libre, retozando y rebotando sobre el torso  de Yanis, mojándolo con el resto de la lefa que iba saliendo, todavía durísimo, venoso y con el gordo cipote recubierto a medias por la piel del rabo. Yannis se lo cogió con la mano, lo estrujó y le sacó hasta la última gota que todavía le quedaba dentro.

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