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Viktor Rom y David Myburn se follan el precioso culito de Nando Rey sin condones y le preñan la boca a dos leches

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Puede que hubiera cenado demasiado tarde y me hubiera acostado con el estómago lleno, también puede que fuera el impacto que provocó en mí entrar al baño del local de copas y encontrarme en el meadero de al lado a un tio que la tenía enorme, sacudiéndosela. Fuera como fuese, tuve una pesadilla húmeda. Estaba delante de un bar y a la entrada sus luces de neón llevaban mi nombre: Nando Rey.

Al pasar dentro me encontré en una sala de juegos infantil, como estas de los burger, con piscinas de pelotas, solo que en lugar de pelotas había globos y de los globos emergieron dos hombres semidesnudos con caretas de esqueleto de pintura verde fosforita que iluminaba la oscuridad. Lo siguiente que recuerdo es ponerme de rodillas y empezar a comerles las pollas.

La del de mi izquierda, David Myburn, apenas me cabía en la boca de lo gorda que la tenía. Era como intentar comerme una chistorra gigantesca. La tenía morcillona y eso facilitaba tragar, pero el diámetro de su pene era enorme. Recuerdo el contacto contra la campanilla de mi garganta del anillo de metal que llevaba puesto en el cipote.

El de la derecha, Viktor Rom, tenía un pollón exquisito y también la tenía super gorda, mucho más rígida. A cada mamada sentí que iba creciendo y endureciéndose, así que aproveché para engullirla entera y besarle los cojones, unas pelotas colgantes que me flipaban por lo grandes que eran, morenitas y compactas, cargaditas de leche. No paré de empujarlas con mi barbilla contra la goma de los calzones, haciéndolas rebotar.

Mientras se la chupaba, David empezó a meneársela impaciente, como aquel hombre de los meaderos. La tenía rojiza. Intenté darle lo mismo que a Viktor, pero al tragarla entera, el embutido sobrepasó la capacidad de mi boca y acabé besándole todo el pellejo acumulado en la base. Miré hacia arriba y me sentí el hombre más feliz del mundo con esas dos pedazo pollas sobre mi cara.

Tengo un culo delgado, pero muy bonito. Los hombres lo aman y a mí me encanta que lo disfruten. Seguí chupando la polla de Viktor y me incliné estando de pie, ofreciendo mi puerta trasera al otro tio. De nuevo el contacto del frío metal del anillo del cipote, esta vez deslizándose por la raja, luego una buena chistorra rellenándome como a un pavo, sin condón, bien calentita.

Los dos formaban el tándem perfecto. Cuando David empujaba metiéndose dentro de mí, me obligaba a tragarme la polla del otro macho. Un giro de ciento ochenta grados me permitió disfrutar de la segunda pirula dentro de mi agujero. Este la tenía mucho más dura y no dejó de apalearme las nalgas con la fuerza de sus caderas.

Los globos de color morado volaban alrededor de mí y mi mente comenzaba a omnubilarse. Ahora estaba de cara a una pared negra, apoyado con las manos y esos dos tios se aprovechaban de mi culo follándoselo por turnos. Era una puta en sus manos. Viktor hizo un hueco entre los globos y se sentó. Al ver su polla grande y firme, me lo cabalgué.

Ahora despierto, todavía puedo sentir la forma en la que atrapé ese descomunal pollón entre las paredes de mi ano, todo un rabo cilíndrico y perfecto entrando y saliendo por el hueco de mi culazo tragón. Pude ver mi cara como si estuviera frente a un espejo. Mientras esos dos se pajeaban encima de mí, yo sacaba la lengua y gruñía deseando que me entregaran toda su leche.

Dicen que soy tímido, pero en esa húmeda pesadilla estaba sacando todo mi verdadero ser, uno que disfruta poniendo el culo y con la lefa de otros machos desperdigada encima de mi jeta. Viktor me giró la cabecita hacia su lado, me dio de comer polla y sin avisar se corrió dentro de mi boca. Todavía conservo el regusto de su semen, como leche condensada, inundando mi lengua, mis dientes, mi paladar.

Me tragué un poco y con el resto hice pucheros para que viera lo mucho que me había molado esa guarrada. Con su lefa mojándome los labios, David no tuvo reparos en aprovecharla para colar su rabo dulcemente y entregarme una segunda dosis que me llenó la boca por completo hasta rebosar. Cerré los ojos y dejé que ese rio de esperma saliera por la comisura de mis labios, colgándome por la barbilla.

Colgajos de leche caían sobre mis piernas, sobre mis pectorales. La boca llena de jarabe de macho. Estaba empezando a desperezarme. Mi polla estaba durísima. Un regusto indescriptible me invadió la entrepierna y a medio camino entre esa dulce pesadilla y el mundo real, me corrí en los calzones, dejando la huevera bien mojada.

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