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Sir Peter ataca el poderoso culazo de Sean Austin sin condón con su gigantesco rabo y le planta una buena corrida en todos los morros | Fucker Mate

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El cuerpo entero de Sean Austin se debilitaba ante la presencia de ese estupendo macho que le sacaba media cabeza de altura y seguramente, a juzgar por el bulto que le rozaba contra el abdómen, su pollón le sacaría otros cuántos centímetros. A culazo no le ganaba nadie, eso sí, aunque Sir Peter también apuntaba maneras. Ya se intuía su hucha por un pequeño hueco de la goma de sus calzones.

Le encantó el contacto cuerpo a cuerpo, sentir el calor de su torso desnudo y fulminante, duro y musculoso, de pelo en pecho, esos brazos fuertes, sus manos grandes y varoniles recorriendo su cuerpo hasta hacerle estremenecer de placer y abandonarse por completo. Sir Peter descubrió uno de los puntos de placer de Sean, sus tetillas y no dudó en agacharse para hacerle feliz, acariciándolas con las yemas de sus grandes y largos dedos, succionándolas entre sus labios y dándoles un repaso con la punta de la lengua.

Ahora Sean comprendía por qué una tia podía mojar las bragas cuando un hombretón fornido y guapo rendía pleitesía ante sus tetas. Él no mojaba las bragas, pero a cambio tenía la polla durísima y el agujero del culo entregado. Ahora era su turno de ponerse de rodillas. No le hizo falta bajarle los calzones para saber que lo que tenía delante de la jeta era gordo y enorme.

Se la besó por encima de la tela y se mordió el labio inferior poniendo cara de vicio cuando le bajaba los gayumbos. Su boca dibujó una muestra de sorpresa al ver semejante pollón tan jodidamente enorme. Durante unos segundos miró de cerca a esa bestia y sintió su aroma a rabo llegando hasta sus napias. La cogió con la manita, se zampó el cipote y el primer tercio del rabaco y al sacarla por primera vez de su boca, lo hizo mirando a su dueño, como si hubiera probado el mejor helado de cucurucho de su vida en mitad de un caluroso verano.

Lo hizo de nuevo y a partir de ahí se la empezó a mamar. Meterse dentro de la boca ese pollón que se la rellenaba por completo no le dejó satisfecho porque no pudo abarcarla entera. Sir Peter le ayudó poniéndole una mano detrás de la cabeza y otra en el cuello. Sean comenzó a digerir, abriendo un hueco en su garganta. Se quedó a escasos centímetros de besarle los huevazos, de comerse unos alucinantes veintitrés centímetros de pija descomunal.

Lo intentaron juntos varias veces. Sir Peter le escupió en la boca prestándole su saliva, relamiéndole los labios para dejarlos húmedos y más suaves, pero no había forma. La tenía demasiado larga y gorda como para que un mortal pudiera meterla por su estrecha garganta, así que Sean jugó con ella chupándola con ahínco, sosteniéndola sobre su nariz y su frente mientras le devoraba los huevos, agarrándola por la base y dándose una paliza con ella sobre la lengua y sobre los morros.

A pesar de eso, Sir Peter no desistía, quizá porque veía en ese mamón un increíble potencial para ser uno de los pocos que le dieran un besito a sus cojones con la polla dentro de la boca. Dobló las rodillas, se inclinó hacia adelante como un jugador de rugby antes de ponerse el balón en juego y agarró la pelota de su cabeza apretándola fuerte contra sus piernas follándole la boquita tragona.

Antes de dejar que ese mamón siguiera chupándole el rabo, Sir Peter le quitó los gayumbos y descubrió su impresionante culazo grande y musculoso, el que él merecía. Sin duda estaban hechos el uno para el otro. Polla grande, culo más grande. Se lo iban a pasar bien. De momento Sir Peter se acomodó recostado en el sofá con la espalda pegada al reposabrazos, pasó una pierna por encima de la espalda de Sean y se recreó en las vistas de ese guapito chupándole la polla con sus gruesos labios.

El rabo ya era casi completamente suyo. Lo había llenado con sus babas y no paraba de cabecear arriba y abajo, en un ritmo tan constante e imprimiendo tanta fuerza a sus labios que Sir Peter empezó a sentirlo como una auténtica follada. Le pasó la otra pierna por encima de la espalda y dejó la cabecita de Sean entre sus fuertes muslos. Estaba tan guapo, tan irresistible con el pollón dentro de su boca.

Le liberó y se abrazaron. Sean apoyó la cabeza encima de su hombro y dejó que ese macho le hiciera cosas tremendamente placenteras. Notar el contacto de su gigantesca polla caliente y dura sobre el estómago le hizo sentir mejor, luego una mano grande acarició una de sus nalgas, se introdujo por la raja de su culo y un dedo travieso y grandote le penetró el ano sin compasión. Sean se estremeció y gimió de gusto y eso que tan solo era un jodido dedo. Ni siquiera eso, era la yema del dedo. No quería imaginar cuando le metiera la polla entera.

Le dijo que lo hiciera otra vez. Le gustaba. Sir Peter se llevó la mano a la boca, se mojó los dedos con saliva y volvió a propasarse con él. Esta vez le metió el dedo casi completo y luego atacó con dos. Sean se abrazó más fuerte todavía a Sir Peter. Le encantaba que le hiciera eso, que jugara con el agujerito de su culo de esa manera tan bestia.

Tras dejarse comer el tremendo culazo, cuando Sir Peter se levantó y frotó su enorme rabo contra sus nalgas y su espalda, cuando sintió el aliento en su cara, en su cuello, deseando poseerle y meterse dentro de él, Sean no sabía si estaba preparado, pero tenía claro que lo deseaba con ganas. Aquello iba a doler. Sir Peter intentó mitigar ese dolor antes de penetrarle, acariciándole el ojete con la punta del nabo, haciéndole sentarse en el respaldo de una silla con el pandero desplegado sobre su cara y comiéndose su raja como un cerdo, con las babas chorreando por los pelos de su barba.

Fueron a la habitación para estar más cómodos. Allí, Sir Peter se tumbó sobre la cama y Sean abordó el problema de los dos cuerpos de la forma más bestia posible, encarándolo frente a frente, sentándose sobre la bestia y dominándola. La polla gruesa y enorme insertándose centímetro a centímetro por su escultural y gran culazo era de una belleza visual impactante.

No le bastó con meterse el cipote y la primera parte. Se agarró a los muslos de Sir Peter y apretó con fuerza hacia abajo dejando caer el peso de su cuerpo hasta que la tuvo casi entera dentro de su ano. Empezó a saltar sobre ella, a bombearla. Luego Sir Peter elevaba las caderas y le jodía desde abajo. Sean volvía a coger las riendas y luego las soltaba para dejar que Sir Peter le culeara en un juego de toma y daca excitante para los dos.

Sean se dio la vuelta. Le encantaba que los tios admirasen en asiento de primera fila cómo su enorme y grandioso culo devoraba sus pollas. Acabó tumbado bocarriba sobre el fornido torso de Sir Peter, abierto de piernas, follado en volandas, sintiendo la ferocidad de sus pollazos. Sir Peter ya había descubierto lo rico que estaba Sean, pero así tan entregado, esa masa de musculitos sobre su cuerpo, sus abdominales marcados, sus grandes muslacos y su culazo imponente, le pareció de lo más adorable.

Le colocó un pie encima de su muslo para poder protegerle mejor, para poder hincársela mejor. A veces no medía la fuerza de sus actos y temía hacerle daño. Sin querer se lo hizo, cuando al atacar Sean profirió un gemido que era una señal de que le estaba destrozando el esfínter. Sean tomó el mando y empezó a culear rico, de lado, mostrando lo bien que se le daba tragar pollas con el ano.

Estaba tan irresistible en esa postura que Sir Peter no pudo resistirse a darle por culo con fuerza una vez más, aunque le doliera. Se lo folló bocarriba admirando su musculoso cuerpazo, dejando que Sean hiciera lo mismo con el suyo sobre él y luego le dio por detrás a cuatro patas, protegiéndole, abarcando el culazo entre sus dos piernas e impulsando una y otra vez su polla grande y desnuda a través de sus paredes.

Sin poder aguantarlo ni un segundo más, todavía con la enorme polla dentro de él, Sean se incorporó y brindó una corrida. Las sábanas soportaron su gran carga de placer y tan sólo un chorrete de lefa perdido se quedó colgando justo al lado de su ombligo. Sir Peter le colocó tumbado bocarriba en la cama y se pajeó encima de su cara, con la polla muy cerca de su boca.

Su gusto vino acompañado de unos rebrotes de lefa espesa, grumosa y caliente abandonando su enorme pija, depositándose en la barbita de Sean, en la comisura de sus labios. Un chorrete todavía estaba a punto de fluir de la raja del cipote, bañándolo de blanco, cuando Sean amoldó la polla caliente entre sus labios y la besó, llevándose el regalito. Al notar su sabor, se relamió y Sir Peter bajó a compartir su propia leche de esos bonitos y ahora sucios morretes.

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