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Ricky Donovan (Asher) se encarga de desvirgar a Dax sin condón y juguetean con la lefa entre sus bocas después de follar | Sean Cody

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Nervioso, algo sonrojado, tímido cuando mira a los ojos de Ricky Donovan, sabiendo que es cuestión de tiempo que ese tio que ahora le habla y le saca alguna que otra sonrisa, le coma los morros, le meta la polla por la boca y le folle bien el ojete. Dax va a regalar su virginidad a ese machote mexicano y a medida que hablan se da cuenta de que es el hombre adecuado para regalarle esa parte tan importante de su vida.

Tras darse el lote, terminan de quitarse la única prenda que les separa entre su cuerpo vestido y la desnudez completa. Es la hora de enseñarse las pollas. Dax hace los honores y Ricky queda impresionado al ver esa larga picha ahí colgando, tanto que siente la imperiosa necesidad de cogerla con la mano, de notar su calor y su amorcillamiento. Él no se queda atrás. Algo más larga, mucho más morenita. Dax también se la coge con la mano y la palpa antes de fundirse los dos en un abrazo sintiendo el calor de sus cuerpos y el refrote de sus nabos.

Podrían andarse con remilgos, con premilinares, comiéndose las pollas, calentándose, pero Ricky es un hombre de esos de los que van al grano, de los de culo veo culo quiero, de los que primero necesita satisfacer sus necesidades y luego disfrutar de lo que venga. Por eso da la vuelta a Dax, le hace inclinar la espalda, se agacha metiendo los morros en la raja de ese culito blanco y apretadito, se levanta con el rabo completamente duro, lo reboza entre las nalgas de Dax como si fuera un pincel y se lo cuela dentro sin condón.

La cara de placer de Dax al sentir esa enorme polla jodiéndole por detrás no deja lugar a dudas de que le encanta. Ojos cerrados, boca entreabierta exhalando gemidos, cabeza hacia atrás. Ricky deja que se acostumbre un rato a la primera mitad de su rabo y tira de cadera para meterle el resto, colársela hasta el fondo y empezar a meterle una buena enculada. Otro hombre desvirgado, otro hombre feliz.

Ricky no quiere ser solamente el hombre que lo desvirgó, quiere que se acuerde de él para el resto de su vida, quiere meterle una pedazo de follada que se le quede bien grabada en el recuerdo, que cuando otro tio le meta el rabo, pueda comparar y decir que el polvazo con Ricky, además del primero, siempre fue el mejor. Le pone una mano en el cuello, la otra en la frente y le obliga a aguantar cada embestida. Ese culito tan bonito y apretado, la cara guapa de Dax, su barbita, saber que le está haciendo perder la inocencia, todo ese conjunto hacen que la estaca de Ricky permanezca tiesa en todo momento.

Ahora sí, ahora que ya le ha hecho un hombre, se sienta y deja que todo fluya como debió haber sido entre dos hombres que se desean pero que prefieren tomárselo con tiempo. Ricky se sienta en el sofá y Dax acude a él arrastrándose, gateando hasta situarse entre sus piernas y le come todo el rabo. Adora la forma en que le echa alguna que otra miradita, con su nardo dentro de la boca, sentir su respiración y su aliento recorrer el tronco de su polla.

En otro instante de desenfreno, se inclina y le mete un morreo, le escupe y le humedece los labios para que se la siga chupando. Dax se levanta, le da la espalda y se sienta sobre sus piernas. Ricky observa cómo ese culazo se acerca a su pene tieso. Se acomoda y dirige la polla hacia la raja, dejando que el cipote encuentre el hueco. Quiere mirarle, quiere ver su cara de gusto disfrutando. Le echa un poco hacia atrás y hacia un lado para poder ver cómo su minga se menea. La tiene durita.

Pasa de nuevo al ataque, por la retaguardia. Dax se queda a cuatro patas encima del sofá con un tio detrás de él sediento por empollarle hasta el fondo. Se da la vuelta y deja que Ricky se lo siga follando. Se la menea mientras lo siente dentro de él y se corre encima. Ricky no tarda ni dos segundos en sacar el rabo de su caliente agujero y pajearse, acompañándolo en esa intensa corrida, dejándole el pene y los huevos cubiertos de leche. En un acto de rebeldía, Ricky se inclina, recoge con su boca todo el semen acumulado al lado de la polla de Dax y acude a darle el último morreo con sabor a macho, la lefa unida entre sus bocas, pasando de una a otra, pegajosa, manchando sus labios de blanco, sus barbitas. Todavía queda leche por ahí abajo. Baja a por más. Los colgajos colgando de su barbilla, Dax sacando la lengua, intentando atrapar uno que está a punto de caer. Se sonríen cómplices, con los morros bien sucios.

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