Normalmente, Niko Demon solía llevarse a sus citas a la cama, que éxito tenía y mucho, pero cuando eso no sucedía, siempre tenía disponible a su compi de piso Bastian Karim, al que le gustaba sorprender a primera hora de la mañana, cuando más cachondo se despertaba, incluso antes de echar la primera meada. Con su enorme polla campaneando a sus anchas entre sus holgados boxers, se acercaba a la camita donde él estaba.
Era como un caramelito, el mejor de los regalos que un hombre podía tener nada más despertarse. Tumbado boca abajo apreciaba la curva de su espalda que finalizaba en un espectacular trasero. Comenzó a amasarle con ganas las nalgas con sus grandes manazas y le despertó, se puso detrás de él, tiró de los calzones negros que llevaba puestos y descubrió ese melocotón delicioso, un culo redondito y suave que daba igual cuantas veces viera, le enamoraba siempre a primera vista levantándole la pija.
En cuanto sentía los morros de ese hombre colándose por su raja, Bastian se ponía también tontorrón, y todavía con los ojitos cerrados a causa del sueño, se ponía por instinto de rodillas a cuatro patas y elevaba el culete, sabiendo que esa mañana le iban a dejar la boca y el culo bien abiertos. Se estremecío al sentir un dedo pulgar hundiéndose dentro de él, acercó el pecho y la cara contra las sábanas y gimió en silencio.
Lo siguiente que vio fue a Niko acercarse con el rabo colgando por encima de la goma de los boxer deportivos, con el pirulón todavía maleable y amorcillado. Aprovechó para rechupetearlo con la lengua y ahora que pudo le metió un tiento hasta las pelotas. El rabo comenzó a adquirir un tamaño descomunal encima de su cara, cada vez más largo, cada vez más jodidamente gordo y venoso, cada vez más brillante cubierto por completo con sus babas.
Los morros de Bastian también estaban cubiertos de saliva y aun completamente dura, tuvo los arrestos de comérsela no una, sino varias veces hasta tragar a fondo. A veces se obligaba a sí mismo a comérsela entera haciendo el tornillo, otras abría la boc aa tope, despejaba su garganta y colaba la pirula por ella, satisfecho por haberse metido entre pecho y espalda un buen vergón.
Niko se tumbó en la cama y Bastian encima de él haciendo un sesenta y nueve, uno comiendo rabo y el otro ojete, satisfaciendo sus necesidades mutuamente. Para ese momento, Bastian tenía ya también el pito durísimo y fue un placer ver cómo al sentarse en los pectorales de Niko, su polla dura se rebozaba por los hombros y el pecho de ese empotrador.
Con un pulgar no iba a servir de nada. Un dedito podía ponerle cachondete, pero para poder tragarse su soberana pollaza, ese agujero tenía que estar más abierto. Le metió cuatro dedos con rabia obteniendo un potente gemido, pasó una mano por el cuello de Bastian y culeó desde abajo follándole la boca, dejándole la cara roja y lágrimas en los ojos mientras se regocijaba en el tacto de su rabo sobre su hombro, en el calor de sus huevos en su cuello y le comía el ojal a fondo.
La forma de Niko para trabajarse un culo, puede que fuera diferente a la de otros hombres, que se arriesgaban sin más a meterla y forzar el hueco, pero él necesitaba estar seguro. Con sus manos agarraba las nalgas, las estiraba hacia afuera para ver el agujero, escupía dentro, lo dejaba bien encharcado de gapos, lo sobaba con la lengua haciendo que se expandiera al sentir su contacto.
Por último, dejaba asu presa a cuatro patas sobre la cama, con la mano se aseguraba de que ese agujero tenía el tamaño adecuado para él, metiendo varios dedos y el puño y entonces agarraba su polla y la colaba sin condón hasta el fondo. El ojete de Bastian era de los mejores que había probado en su vida. Ni demasiado apretado, ni muy holgado, le apresaba el pene lo justo para hacerle sentir un delirante cosquilleo en sus partes.
Mantener un culito abierto no era cosa de antes de meterla, había que trabajárselo continuamente y eso se le daba a Niko especialmente bien, teniendo en cuenta que como amante no le ganaba nadie. Podía ser un empotrador salvaje porque culazos así le volvieran loco de remate, pero tambiénpodía dar mucho amor. Se tumbó encima del chaval y le comió el cuello a besitos y caricias, la oreja, le puso cachondillo perdido. Luego puso el culazo entre sus muslos y le dio mucho amor con el rabo.
Pollazo a pollazo, con ese hombre haciendo flexiones sobre su cuerpo y metiéndole la polla a pelo cada vez que bajaba, Bastian terminó bocabajo en la cama tal y como amaneció ese día. Niko estaba encantado observando cómo tragaba rabo ese culito tan guapo, bufó de gusto y a punto estuvo de perder la semilla entre sus nalgas. Se quitó esa idea de la cabeza y empezó a joderle, empitonándole con sus veintidós centímetros de polla, revolviéndole encima de la cama hasta dejarlo cabalgando sobre su montura de macho.
En esa postura, se lo benefició hinchándolo a pollazos desde abajo. Era delirante cómo se tragaba la pija limpiamente, como si no le costara hacerlo. Bastian se dio la vuelta y por primera vez se miraron a los ojos mientras lo hacían. Niko disfrutó de las vistas. Bastian tenía una cara monísima, tan bonita que era imposible no enamorarse y sentir cariño por él, su cuerpazo musculadito estaba cincelado por el mismísimo Dios y encima estaba bien dotado con un rabaco del calibre diecinueve al que Niko estuvo encantado de dar la bienvenida sobre su torso cada vez que le impactaba encima.
Ya que había hecho contacto visual y les estaba gustando, no iban a parar. Niko puso a Bastian sobrela cama, le abrió las piernas y comprobó cuán abierto tenía el ojete metiéndole de nuevo los dedos y haciéndole un poquito de fisting, sólo un poquito. Dirigió la polla sin manos hacia su agujero y se lo folló con energía, sacando y metiendo el pollón sin manos, ayudándose de sus caderas para reconducirlo. A veces no atinaba y el pijote metía un buen repaso a Bastian retozando entre sus ingles o sobándole las pelotas. Todo contaba.
Antes de acabar, le juntó las piernas y se las puso de lado. Menudo jamón de jabugo. Su culo ahora hacía la forma de un coñito remozado en babas. Se la coló dentro y disfrutó de él. Bastian volvió a abrirse de piernas segundos más tarde y se cascó una pajilla gimiendo, con esos preciosos ojitos con la mirada perdida, dejando su suave torso mojadito de leche.
Niko le pidió permiso. Bastian enseguida entendió lo que quería y asintió con la cabeza. Entonces Niko se echó hacia atrás, apoyando sus manos en el colchón al lado de sus pies, observando cómo su pollón enfilaba ese trasero y comenzó a bombear leche dentro de él. Del bombeo, se le salió a polla. Había dejado un buen poso de lefa en el contorno del agujero de Bastian y se puso de pie en la cama con su rabo durísimo todavía descargando leche. Se agarró la trompa con la mano y la estrujó, dejando que cayeran por el cipote hileras pegajosas de semen calentito.
Acababa de dejarle preñadísimo y Bastian se lo agradeció mirándole desde abajo, pasando los dedos por su ojete y llevándoselos de nuevo a la boca con una buena descarga. Mejor que probar las sobras, comer de la fuente. Niko se acercó empoderando sus caderas hacia adelante y le dio de comer polla corrida de primera calidad. Luego se quedó amando a ese cachorrito, colmándole de besos, admirando lo guarrete que se había puesto, con su leche y la suya por delante y por detrás.