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Viktor Rom machaca los culazos de Joe Gillis y Martin Mazza sin condón y Leo Grin y Santi Noguera se unen a la fiesta de pintores de brocha gorda

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Joder cómo anda el gremio de los pintores. Cuando Viktor Rom, Joe Gillis y Martin Mazza dieron el relevo a sus compis para seguir currando en las paredes de una habitación, se los encontraron a los tres desnudos, machos de pelo en pecho, con las pollas en erección y empezando una aventura de besos y caricias que si no llegan a pararla hubiera terminado con las paredes al gotelé en lugar de lisas.

Después de ver eso, fue difícil mantener la concentración y más con Viktor, que siempre con la polla firme, la tenía a punto de hacer reventar los calzones. En cuanto los otros dos se dieron cuenta, empezaron lo que el otro tio no pudo terminar. Joe se agachó y no pudo reprimir sus ansias de polla. Abrió la boca todo lo que pudo y se comió el paquetón por encima de la tela. Luego, con mucho cariño, empezó a bajarle los gayumbos por la goma, descubriendo ese impresionante pollón poco a poco, besando su base, admirando su enorme tamaño y metiéndoselo dentro de la boca.

Por detrás, Martin le agarró de la cabeza manejándola hacia adelante y hacia atrás, obligándole a tragar a fondo. Aprovechó que Joe se incorporó para desnudarse para ocupar su lugar y chupar tremenda pija. Se la dejó bien brillante y llena de babas con esa mamada de labios gruesos. Así era, los pintores de brocha gorda como Viktor estaban de moda y los culos hambrientos acudían a él como las moscas a la miel.

Con la polla chupada por Martin, Viktor la dirigió al culazo de Joe y se la hincó por el culo. Sus gemidos e improperios al notar algo tan gordo jodiéndole el ano, sin muebles ni cortinas que los amortiguasen, se dejaron escuchar por toda la habitación. Martin se puso delante de Joe y le miró a la cara, muerto de envidia esperando su turno, mirando los gestos de su cara, escuchando sus palabras, como el amigo que te cuenta una historia que deseas vivir.

Llegó su turno. Al sentir ese pollón abriéndose paso entre sus entrañas, se le doblaron las rodillas y se quedó besando la barriga de Joe que estaba, igual que él estuvo antes para él, justo delante para darle apoyo. Viktor no era de los que daba tregua. A pesar de los gritos de dolor, siguió dando caña a la pirula colándola por el agujero, metiendo folladón.

Joe se bajó los calzones. Pues parecía que además del trío de antes, en esa sala ahora había dos pintores de brocha gorda. Menuda pija gastaba el cabrón, una buena morcilla entre las piernas, encapuchadita y colgando como el mejor de los chorizos ibéricos. Martin se sintió el hombre más feliz y también el más querido del mundo en esos momentos, con un empotrador de pro por detrás dándole por culo y un tio macizorro con una larga longaniza por delante.

A medida que se fueron acostumbrando al tamaño de su verga, Joe y Martin le pusieron los dos culos a tiro para que la fuera metiendo a su antojo, pasando de uno a otro como buen maestro de cuadrilla de pintores que era. Qué grande, qué espectacularmente gorda, menuda polla abre culos que dejaba cualquier ojete abierto de par en par y completamente satisfecho.

Sólo quedaba uno por sacársela y Martin también mostró que tenía una bonita piruleta. Joe estuvo encantado de probarla y degustarla entre sus labios mientras Viktor le seguía reventando el ojal. Como una ruleta rusa, Viktor se descontroló y empezó a penetrar un culo y otro, mientras Joe y Martin se preguntaban a cuál de ellos le caería la suerte de la preñada. Fue Martin el que se llevó el premio. Viktor le encajó la polla hasta los huevos, empezó a gemir como un animal y descargó todo el semen dentro de su culo.

Al sacar la polla, la lefa salió chorreando del agujero desfilando por la raja del culo y resbalando por sus muslos. Joe separó las nalgas de su compi para descubrir la belleza del paisaje nevado. Justo en ese momento, los tres de la otra cuadrilla entraron, enfadados y con razón. Pero para todo enfado había un buen remedio. Todavía estaban desnudos y empalmados, Viktor volvía a tenerla firme. Tres eran multitud, así que seis sería la hostia. Santi Noguera se puso de rodillas para chupársela al capataz, los otros dos fueron a la captura de dos buenos culazos. Leo Grin se la metió a Martin, descubriendo enseguida que se estaba follando un culazo recién preñado. Pintores de brocha gorda al ataque.

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