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Raul Costa se folla a pelo a Josephine Jackson y le mete diez potentes lechazos en toda la jeta | Reality Kings

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Todos los chicos del gym sabían dónde estaba el mejor lugar y Raul Costa también. En la planta de arriba, donde las chicas se ponían a hacer yoga con sus prendas apretaditas, marcando sus voluptuosas curvas, esos culazos y tetas que a Raulito le volvían loco de atar. Cuando lo hablaban entre ellos en los vestuarios, tenía que ir corriendo al baño a masturbarse y con la potencia que tenía, se pasaba luego un buen rato limpiando la taza del wc de lefa.

En sus sueños húmedos no dejaban de aparecer noche tras noche montones de hembras tetonas, todas a cuatro patas, con los pechos colgando y meneándose. La planta de superior del gym se convirtió en su fantasía y uno de esos viernes de calentón se quedó hasta tarde y subió las escaleras. Solo había una chica, pero Josephine Jackson era como una de esas mujeres que aparecía en sus sueños (antes de levantarse con las sábanas mojadas).

Pocas mujeres, por no decir ninguna, le rechazaban. Era guapo, atractivo y tenóia una buena verga larga y bien gorda. Ninguna mujer rechazaba eso en su sano juicio. Decidido, caminó hacia la chica, se sacó la polla, que como no podía ser de otra manera la tenía empalmada, y esperó a que ella completara la figura de la cobra para encontrarse con ella. La mirada de la chavala lo decía todo. Estaba encantada con que a un tio se le pusiera así de dura por ella.

Además Raúl no podía gustarle más. Sus ojazos, sus labios, su sonrisa cautivadora. Tenía algo que le hacía mojar al instante las bragas que hoy no llevaba puestas. Encima de guapo, tenía buen porte, con su polo de manga corta marcando biceps, sus zapatitos, sus pantalones ceñidos. Se la chupó con gusto sin dejar de mirarle y le dedicó algunas posturas para ponerle aún más cachondo, usando sus pies para rozar su enorme pito caliente, para elevarle los huevos y notar en ellos su peso.

Guapo, buenorro y también pasional. Raul puso las manos en el culazo de Josephine y la desgarró los pantalones mirando entusiasmado su coñito y el agujero de su culito, todo en uno. Acercó los morros y empezó a lamerle la almeja enterita de abajo a arriba. Qué labios y qué lengua tenía el cabrón. Y qué arte, alternando los lametones lentos y sensuales con otros lengüetazos rápidos. Hasta tuvo la poca decencia de lamerle el ojete. Pues ella no era muy de dejar pasar por la puerta de atrás a los chicos, pero con ese puede que hiciera una excepción.

Raul se acababa de bajar los pantalones por debajo del culete, se acercó de rodillas con la polla tiesa y la clavó a pelo en ese precioso y dulce coñito que tenía la textura del mismísimo terciopelo. Cogió ritmo y empezó a meterse dentro de ella cada vez más rápido. La brazó y la hizo elevar la espalda para juntarla con su torso. Se agarró bien a sus melones, sobándolos, sintiéndolos en las palmas de sus manos, suaves, grandes.

Ella se dio cuenta de lo mucho que le gustaban las tetas, como a todos los tios. Se agachó y le hizo una cubana. Qué larga y qué grande la tenía. Calzaba de puta madre entre sus mamas y cuando la metía  afondo, sobresalía gran parte del pollón permitiéndola relamerle el cipote. Se quedó desnudito haciéndole la cucharita en la alfombra y luego se la folló a saco observando esas pedazo de tetas rebotando como pordioseras.

Raul había visto muchos coños, pero ninguno tan acogedor como ese. A medida que la tia se ponía más cachonda, se le inflaban más los labios, así que cuando los tuvo a tope, la dejó cabalgarle la polla. Joder, qué bien entraba arropada por el flotador de sus labios inferiores. A él también se le estaba empezando a inflar otra cosa. Se la pajeó encima de los pechotes y la carita. Ella todavía no le conocía, pero le iba a conocer y no le iba a olvidar.

Se separó de sus tetas un poco porque sabía que tenía una buena carga en los huevos y tampoco quería hacerle daño. Diez lechazos de campeón que la metió en toda la jeta, uno tras otro, sin dejarla reaccionar, pringándole toda la cara, poniéndole el rimmel en los ojos, glaseando sus tetas, gomina en el pelo. Raulito tenía la polla cargada de amor y le encantaba repartirlo. Ya se encargaría ella de hacerle un buen nombre en el gym después de aquello.

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