Como tres mosqueteros, Diego Mattos, Maksim Orlov y Tim Kruger habían juntado sus espadas todos a una por los cipotes. Gruesas, descapulladas, cilíndricas, venosas, John Thomas acercó la boca y empezó a relamer esos capullos que empezaban a rezumar lechecita por las puntas. El que no se introducía por su boca, se rozaba con el tronco firme y duro de la polla del compañero, buscando su momento, esperando que una buena sacada de lengua reclamara la espada y penetrara el trono.
Aquello era lo más parecido al paraíso de los rabos. Uno de los sueños húmedos de John era estar rodeado de mingas enormes, estar chupando pija, comiendo huevos y que de repente un tio se corriera encima de su cara y dejara su estirpe chorreando sobre su jeta y sobre otras vergas. Mamadas y corridas sin control, disfrutando del momento. Con esos tres maromos, no echó en falta un equipo entero de fútbol a sus pies. Sesenta y ocho centímetros de polla eran más que suficientes para dejarle contento y cubrir cada hueco.
Le encantaba ser el centro de atención. Él se lo estaba pasando de puta madre sintiendo las caricias de esos tres rabos gigantes y duros sobre su cara, pero miraba hacia arriba, a las caras de esos tres chulos y podía ver en sus ojos las ganas de follárselo y de destrozarle el culo.
Uno a uno se fueron turnando para zumbarle el culo, metiéndosela por detrás sin condón. El más jovencito y guaperas, Maksim, cedió su turno a los más veteranos y le dio de comer polla hasta que llegó su turno. Todos las tenían tan grandes y gordas que su ojete enseguida se acostumbró a sus circunferencias. Para cuando le dieron otro repasito, las mazas de esos cabrones ya entraban por su ano como estacas. Hasta los huevos.
Dejó que disfrutaran de las vistas de su culazo tragón, pero después se tumbó bocarriba para ver el espectáculo. Mientras uno le follaba duro, los otros dos se quedaban a cada lado con las mingas colgando y contoneándose con los movimientos. John no las cogió y las pajeó hasta sacarles la leche por no romper la magia, pero menudo meneo tenían esas chorras gigantes meciéndose cerca de él.
Le estaban cortejando todos de rodillas y alrededor sobre el sofá, usando sus brazos fuertes para atraerle, para conducirle hacia su siguiente polla. Hasta que rompieron las reglas y entre Maksim y Tim decidieron hacer con él un bocadillo metiéndole doble polla sin condón por el culo. Tim cedió su turno a Diego y desde entonces ya no pararon de agujerearle a dobles. Y el que no metía, mojaba rabo en su caliente y húmeda boca, siempre dispuesta.
Maksim fue el primero en correrse. Tuvo la decencia de sacar la polla del culo y meterle unos buenos disparos encima del pechote. Después se quedó sosteniéndole por detrás, rozando el hombro de John con su polla corrida, mirando cómo los otros dos le descerrajaban a pollazos. Diego se había corrido dentro. Cuando sacó el rabo, la leche empezó a recorrer el pene de Tim que todavía estaba dentro.
Le había dejado un buen pringue para seguir follando. Tim fue el último en soltar lefa. Aprovechó que afloraba el primer brote de leche grumosa y blanca para mojar el ojete de John e insertarle el trabuco hasta el fondo. Una flor de nata. Terminó de correrse dentro de su culo. John sonrió y miró a su alrededor. Maksin y Diego disfrutaban de su rato a solas espatarrados en el sofá, de la relajación tras una buena follada. Fue Tim el que se llevó su beso de buenas noches.