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Peter Green se deja seducir por las tetazas, el culo y el coño tragón de Abella Danger y se la folla con su enorme y gorda polla de macho empotrador | Reality Kings

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Por supuesto que Abella no iba a alquilar su apartamento compartido a cualquiera. Sus amigas le decían que era una superficial porque sólo buscaba a los tios más guapos, pero qué iba a hacer ella si se abría de piernas ante cualquier tio buenorro, así que ya que iba a comportir el piso con otro habitante, qué menos que elegir a uno que le hiciera chorrear como una perra. Y al ver en persona a Peter Green mojó las braguitas.

El tio se presentó con unos pantalones super ajustados, zapas blancas y camiseta de tirantes enseñando musculazos, dejando clara su condición de empotrador. Abella no era de las que esperaba ni a una primera cita. Varias veces le habían expulsado de algún local cuando los seguratas percibían extrañas peregrinaciones en masa de los chicos a los baños y la pillaban allí de rodillas rodeada de rabos. Por lo visto había empezado a comerse dos, se corrió la voz y terminó siendo la putita de todos.

No se arrepentía de ser como era. De hecho, según la cogían los seguratas para echarla, ella les sonreía, la carita con el rimmel corrido y cubierta de lefa. El último hizo como que la echaba del local, pero se la llevó al callejón e hizo que le mamara la polla mirando su carita cubierta de semen de otros tios. Abella sabía que los hombres eran todos unos cerdos y ella estaba encantada de darles lo que querían.

Con Peter no pudo aguantar más de lo bueno que estaba. Le enseñó rápidamente algunas estancias y se detuvo especialmente en el baño, dándole una muestra de lo que podría ver y tener cada mañana que se despertase con la polla tiesa, evitándole tener que hacerse una paja mañanera. Se metió en la ducha, agarró la alcachofa y dejó salir el agua.

Peter ya se había fijado en que la tia estaba cañón y reparó sobre todo en que no llevaba sujetador porque los pezones le miraban tiesos, pero ahora la veía con ojos de cabrón follador. La camisetita corta blanca se pegaba a sus pechos dibujando su forma redondeada y los transparentada sin dejar lugar a la imaginación, la parte trasera de los vaqueros cortísimos se le metía por la raja de un portentoso culo.

Se desnudo enterita y mojada para él. Primero le enseñó las tetazas y se las magreó para que se mareara con el movimiento de sus dos melonacos, después se quitó los pantaloncitos y empezó a menear el culo. Las nalgas chocaban entre ellas y se separaban y al separarse Peter podía ver el paraíso entre ellos, el ojete y los labios de su coño dando palmas.

Peter ya no podía contener más la polla dentro de los calzones. Se la sacó por la bragueta y empezó a masturbarse. Tenía una tranca tan larga, gruesa y bonita que hasta a Abella, que había visto muchas, le puso tan cachonda que agarró la alcachofa de la ducha y dirigió el chorro potente hacia su vulva corriéndose como una cerda.

Salió de la ducha algo más calmada pero igual de perra que antes. Agarró la verga del chaval, lo llevó hasta la habitación, le obligó a tumbarse en la cama y quitarse los pantalones y le comió esa polla enorme y venosa con un cipote que le flipaba. El chorro de la ducha le había encantado, pero sentir el aliento de un hombre en los labios de su coño, una lengua explorando la entrada de su vagina y el roce de los pelitos de su bigote y su barbita, le hizo comer con más ganas.

El hecho de que la dejase con los ojos en blanco ya era buena señal. El tio era de los cerdetes y se le daba de puta madre comer almejas. Se iban a llevar bien. Abella se puso encima de él dispuesta a sentarse encima de su polla. El tio tenía un cipotón tan gordo que le costó encontrar y penetrar su agujero. Una vez dentro, empezó a follársela a pelo culeando desde abajo, dejando claro que lo de empotrador no se lo decían sólo por la pinta que tenía, sino porque realmente follaba como un pro.

Ya se aseguraba Abella que tuviera siempre la picha dura. Al hacerlo encima de un tio le encantaba rebozar sus tetas por sus torsos, ponerles cachodos con el roce de sus pezones y, para qué negarlo, tenía un coño tragón que se zampaba las pollas y las pajeaba como ninguna podía hacerlo. Después de regalarle al chaval una de sus especialidades, el pajea pollas, al volver a chuparle la minga para engrasársela, descubrió lo dura y gorda que la tenía, rojita, a punto de reventar de gusto. Sólo esperaba que le aguantase hasta el final.

Se puso a cuatro patas para que él se sintiera el machote que estaba hecho. Abella miró hacia atrás en el espejo. Se fijó en los muslazos de Peter, en su culo grande y redondito, un poco más blanco que el resto del cuerpo. Le encantaba tener a un tio así dentro de ella. Cómo la culeaba el cabrón, a toda potencia.

Follaron cara a cara. Él se abalanzó sobre ella y Abella se quedó mirando su cara de empotrador cachonda perdida. Intentaba sacarle alguna sonrisa, pero el tio permanecía con el semblante serio y concentrado, poniéndose una mano entre la cadera y el culete, metiendo y sacando su perfecta polla del chumino. Con que se la follase así cada mañana, el alquiler ya iba a estar bien pagado.

Peter bajó de la cama. En voz baja y jadeante le dijo que se iba a correr. Ella se puso de rodillas frente a él y Peter comenzó a pajearse sobre su cara. Las gotas y los chorretes de lefa empezaron a caer sobre la lengua de Abella, cada vez más blanca e inundada de semen. Esperó a que se hubiera corrido del todo, hasta que se estrujó su gordísima polla para sacarse hasta la última gota. Entonces cerró la boquita, le hizo unos pucheros de babas blancas con su leche encima y le metió un bocado al cipote mientras las babas de leche le colgaban de la barbilla y a él le colgaba la polla morcillona y venosa todavía palpitante por la corrida.

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