Viaje de amigas por carretera. Objetivo: llegar a un pueblo cercano al aserradero, donde habían escuchado que sólo había hombres viviendo. Estaban cachondas. Sabían que muchos estarían deseando meterla en sus coños. Ya podían imaginarse rodeadas de machos fornidos corriéndose encima de sus tetas, rodeándolas en círculo, esperando su turno para aliviar la carga contenida durante días en las pelotas.
A tomar por culo el viaje, al menos de momento. Motor sobrecalentado y toca llamar a un mecánico. Por suerte Ella Hughes iba preparada. Otra amiga le había dejado una tarjeta del contacto del taller mecánico de la zona por si había problemas. Lo mejor es que el pueblo ya estaba cerca y se presentó una muestra de los tios que allí había. Quizá la mejor, Chris Diamond, un tio guaperas y atractivo que le hizo sentir mariposas en el estómago y mucha felicidad en su entrepierna.
Por si había dudas, la amiga de Ella lo corroboró. El tio estaba cañón y si la intuición de ambas no les fallaba, era de los que tenía una buena tranca. Sin nada con lo que pagarle, Ella se arrancó la braguita de encaje negro y se la dio la chaval, que la aceptó como pago de buen grado. Así, cuando ella no estuviera, podría recordar su olor, esnifarlas y dejar su leche en ellas.
Siguió con el tonteo. El mecánico necesitaba agua y ella le llevó una botella, preguntándole si era lo suficientemente grande. Había algo más caliente y ardiente que el motor en esos momentos. Ella dio la espalda al mecánico y dejó que le refrescase el culo. Chris, que llevaba unos días sin ver a una tía en pelotas, más que las de las revistas del kiosko, se puso las botas metiéndole mano por la raja y alucinando con el chochazo que tenía la pelirroja.
Más alucinó ella cuando se agachó y él se bajó el mono. La butifarra cayó sobre la cara de Ella como un mazo dictando sentencia. Gorda, larga, enorme, gigantesca, de esas que no le cabían en la boca. No sólo no se habían equivocado estas dos expertas en atributos masculinos, sino que la realidad superaba todo lo que pudieran haber imaginado.
Como todos los tios del lugar la tuvieran así, iban a salir de allí hechas unas buenas zorras, porque pensaban comerse todas y cada una de ellas. O a lo mejor habían tenido la suerte de dar con el mejor dotado de todos. Ella abrió la boca como nunca mientras el chaval intentaba metérsela hasta los huevos, pero como siempre Chris tenía que resignarse al intento, porque la tenía tan grande que ninguna llegaba a comérsela entera. Era el precio que tenía que pagar por tenerla exageradamente enorme.
Dio la vuelta a la chavala y cuando estaba a punto de metérsela por ese esponjoso chochazo, ella le miró y le pidió que se la metiera por el agujero del culo. Encantado con la propuesta, pues no conocía a muchas mujeres que se dejasen, ni mucho menos que lo pidiesen, Chris localizó el segundo agujero y se la folló por detrás sin condón, metiéndole toda la barra de carne.
Si en ese momento la amiga hubiera mirado por la ventanilla en lugar de haberse quedado traspuesta, hubiera visto a un tiarrón buenorro con un pollón gigantesco y alucinantemente gordo tumbado en un tablón del aserradero, enculando a su amiga que estaba sentada sobre sus piernas y ensartada en su enorme rabo. Una polla como un puto brazo metiéndose por su ojete.
Brazos largos, piernas largas, dedos largos y ni aún así Chris podía abarcar el diámetro de su propia polla entre las manos. La sacó del culo de aquella cabrona viciosa y se la pajeó duro, dejándose la lefa encima de una de sus turgentes nalgas. Chris las despidió con la chorra por fuera del mono, dejando que la amiguita de Ella viera lo que se había perdido. Hasta flácida era jodidamente enorme.