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Drew Dixon se deja follar sin condón por el marine Franky Fox | Men At Play

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Como buen modista que era, además de saber cuándo un hombre iba bien vestido, Drew Dixon era capaz de oler a un tio guapo a kilómetros. Cuando Franky Fox entró por la puerta, se enamoró de su boquita y de sus ojos azul marino, de cómo toda su musculatura quedaba perfectamente definida debajo de la camiseta ajustada que llevaba puesta.

Franky había ido a que le arreglaran el traje de su hermano para que le sirviera a él también con el fin de asistir a su promoción dentro del cuerpo de la Marina. Drew se puso cachondo. De siempre le habían puesto los tios con su traje de marinerito, marcando esos culazos perfectos. En principio Franky sólo necesitaba que le arreglara una parte de la chaqueta, pero Drew se las apañó para convencerle de que necesitaba más costura.

Cuando se lo terminó, le dijo que se lo probara. Franky le preguntó por los probadores. Drew se le quedó mirando, buscando la forma de engañarle diciendo que no había. Pero Franky lo pilló a la primera. Total, entre hombres, sin más clientela y él que estaba acostumbrado a desnudarse delante de muchos tios. Si hubiera sabido que a Drew le tiraban los rabos, se habría contenido. Se quitó la ropa como si estuviera en los vestuarios, con la poca decencia que un hombre puede hacerlo.

Le ayudó a ponerse el traje y se aprovechó tocando ciertas partes de ese fornido cuerpazo. Cuando lo tuvo vestido, delante de él, no pudo resistirse a besarlo. Franky, que acababa de pasar la dura prueba de dos meses en alta mar sin comerse un rosco, sintió cómo su polla se inundaba de amor para regalar. Drew notó su potencia, se la sacó de la bragueta junto con unos huevos descomunales y empezó a mamarla.

Descapullada, con el cipote grueso y voluminoso rozándole la campanilla. Sin esperarlo, el marine, que estaba sentado sobre la mesa de confección, elevó las piernas abriendo el culete y se empezó a cascar la polla. Así que era de los que les gustaba cierta acción en el ojete. Drew le comió el culo. El tio empezó a gemir como una perra, su cara roja de gusto como un tomate al sentir la lengua penetrando su ojete.

Drew se inclinó sobre la mesa de confección y se levantó la camisa y el chaleco para descubrir sus nalgas. El marine que se había tirado muchas jornadas a pan y agua, hizo de ese culazo su saco de boxeo, penetrándolo sin condón, con la polla desnuda, sacándola de vez en cuando para juntar los pies con calcetos de Drew en torno a su rabo y pajeársela. Drew se puso de rodillas para sentir en su jeta los abundantes chorros de lefa de un hombre que se había contenido tanto tiempo. Terminó con la cara bien cerda.

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